[Columna] La Vida en una Copa: Una coctelería otoñal

[Columna] La Vida en una Copa: Una coctelería otoñal

Tardó, pero el frío llegó para quedarse y por varios meses. Entonces, si este fin de semana se pone a pensar si salir o no de casa por la noche, recuerde estos cocteles de otoño que están esperando por usted. Son clásicos, reinventados o de autor, hechos con destilados con alto grado, con guarda en madera y sabor a especias, todos pensados para hacerlo entrar en calor.

Por Mariana Martínez

Caja

Un clásico renovado:  Cuenta la leyenda que en los años 20 un aristócrata romano pidió que le crearan un cóctel especial que reflejara el “fuego ardiente” de su amor por Eleonora Duse, una famosa actriz de la época. Su encargo derivó en una mezcla de gin, campari y vermut, que fue bautizado con su nombre, Negroni.

Hoy, esa preparación es un infaltable en las barras, más aún en otoño, cuando con su sabor delicadamente amargo y cálido nos hace entrar en calor. El nuevo Cocoa de Vitacura lo tiene ($ 4.500) en su carta de grandes clásicos; siéntese aquí junto a los fogones de su acogedora terraza o en su cálida barra del primer piso. Si cumple su objetivo, que es, además, abrirle el apetito, acompáñelo con un crocante wantan relleno con lomo saltado ($ 9.900).

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Calor asiático: Pensando en esta estación del año, Maximiliano, el barman del restaurante de cocina japonesa Temple, creó un cóctel con té verde que se sirve en jarrita de porcelana. Lo llamó shinobi ($ 5.000), en recuerdo a los legendarios espías japoneses. Y para hacernos entrar en calor lleva, además, un macerado de jengibre, licor de naranja Grand Marnier y pisco Kappa.

Acompañe este dulce brebaje con unos porotos de soya recién grillados; pídalos como edamame y, por si acaso, sáqueles sus vainas ($ 3.100 la porción). Otra bebida ideal para estos días que encuentra en este local es la versión japonesa del Negroni ($ 5.000), con sake (vino de arroz) en lugar de ginebra. Disfrute este delicado cóctel servido en copa de martini con takoyaki ($ 4.500), una sabrosa tapa japonesa que consiste en delicadas bolitas de panqueque rellenas con pulpo a la parrilla y cubiertas con virutas de pescado seco y masago. Ojo, que hoy, desde las 9 PM, la DJ Paula Wapsas estará pinchando discos. Y los jueves, desde las 10 PM, tocan ahí bandas emergentes.

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Al ritmo del jazz: Pensando que el restaurante La Fábrica iba a ser también la nueva sede del Club de Jazz de Santiago, los barmen Ricardo Muñoz y Aldo Troncoso crearon una carta de cocteles llena de reminiscencias a los grandes de este género musical. De esos, uno bien otoñal es el Dizzy Gillespie ($ 4.200), mezcla de whisky, amaretto, leche de coco y maracuyá; es tan rico y cremoso, que puede ser un postre por sí mismo.

Eso sí, para acompañar el tiramisú, el postre favorito de la casa, pida el caffe shakerato ($ 2.600), servido en copa de martini con whisky y triple sec. Si con esto aún no entra en calor, de seguro lo hará con el jazz. Todos los días, en esta preciosa casona restaurada hay presentaciones en vivo. Los lunes, por ejemplo, es de grandes bandas, y los martes, de jazz latin. Los viernes y sábados, en cambio, lo que se programa son estándares de jazz, el más tradicional y popular. Hoy, por ejemplo, estará Roberto Lecaros Cuarteto. La entrada cuesta $ 5.000 y, mientras los escucha, beba un coctel otoñal.

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