Los mejores datos del Persa Biobío

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Los mejores datos del Persa Biobío

Es fácil perderse entre tantos galpones y puestos del mercado de las pulgas más grande de Santiago. Para sacarle el máximo provecho a su próxima visita, Finde armó una ruta con los mejores locales de vinilos, antigüedades, ropa, juguetes y comida del barrio Franklin.

Por Equipo Finde. Fotos: María Ignacia Concha.

Tiene su origen en los años 30, cuando en los alrededores del Matadero Franklin se agolpaban cientos de vendedores ambulantes. Hoy, el Persa Biobío, o “el persa”, como lo llaman muchos, está convertido en el paraíso santiaguino de coleccionistas, cachureros, melómanos y de cualquiera que quiera comprar algún objeto más barato que en el comercio formal.

Lo componen más de 4.000 locales y los fines de semana y festivos lo visitan diariamente más de 30.000 personas, que recorren sus galpones como un panorama completo, porque ahí, además de vitrinear, puede escuchar en vivo a músicos de bluegrass y rock y deleitarse con una irresistible oferta gastronómica.

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Sin embargo, es su misma abundancia la que muchas veces agota a sus visitantes, a quienes les cuesta saber qué local elegir por sobre otro. Por eso, Finde seleccionó los mejores datos del Biobío y los agrupó en un recorrido que obliga a ir más de una vez para hacerlo completo.

¿Qué debe tener en cuenta antes de partir a cachurear? Las mismas consideraciones de todo lugar muy concurrido: ir con una mochila o cartera poco vistosa, no perder de vista sus pertenencias y, lo más importante, llevar dinero en efectivo, ya que los únicos cajeros del barrio se suelen vaciar temprano o, si no, lucen largas filas.

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El Persa Santa Rosa es, usualmente, la primera parada en el recorrido. Ubicado en la manzana de Placer, Santa Rosa, Víctor Manuel y Biobío, tiene ocho galpones que están completamente operativos a partir del mediodía (aunque algunos locales abren desde las 10).

Mientras espera que los mueblistas monten sus locales, inspírese para un próximo viaje con las maletas vintage de Fernando Araya en Antigüedades y Curiosidades (l. 168, galpón 2). Tiene decenas de baúles, maletas de cuero y neceseres de los años 50 y 60, y todo es realmente vintage, no retro (de inspiración en décadas anteriores, pero de fabricación reciente).

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Para viajar, por ejemplo, al estilo Audrey Hepburn en Dos en la carretera (1967), Araya tiene maletas plásticas y duras, de esas que no se rompen con nada (entre $ 15.000 y $ 30.000). Si prefiere el estilo de Marlene Dietrich en El expreso de Shanghai (1932), elija la maleta redonda para los sombreros ($ 28.000) y muchos baúles de distintos tamaños (entre $ 28.000 y $ 90.000). Como equipaje de mano, llévese un neceser de cuero o charol (entre $ 7.000 y $ 20.000, dependiendo del estado).

En el galpón 1, a sólo metros de las maletas, la tienda de ropa Baccarat (l. 332) también preserva el estilo de décadas anteriores, pero enfocándose en ropa, carteras y bisutería. La dueña del local, Sandra Contreras, rescata el vestuario usado en producciones de época, como las series Bim Bam Bum (TVN) y Ecos del desierto (CHV). Todavía le quedan, por ejemplo, algunas tenidas de la película El Bosque de Karadima. Aquí encontrará blusas a $ 5.000, vestidos de otoño a $ 12.000, carteras de los años 50 y 60 desde $ 3.000 y aros importados a $ 8.000. Todo original y muy cotizado, según Contreras, por las turistas europeas.

Persa Bio Bio-44 En el mismo pasillo está Muebles Retro Extraídos, de Juan Cartes (l. 218), los que replican desde el estilo normando al sónico -típico de los 60-, reutilizando muebles en desuso o en mal estado. También transforma, por ejemplo, roperos en libreros (entre $ 120.000 y $ 140.000), y hace modelos a pedido.

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A primera vista, sus precios no parecen tanto más baratos que los de las tiendas: una típica repisa piramidal -con las tablas más anchas en la base- cuesta $ 45.000, sólo $ 5.000 menos que en una multitienda. ¿La diferencia? La versión de Cartes es 100% de madera, no de aglomerado enchapado (un material que, al caerse, se triza y pierde resistencia). En una tienda especializada del sector oriente, la versión del mueblista cuesta $ 90.000 en oferta.

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Juguetes para todos

La diversidad de productos repartida en los persas incluye muchos, muchos juguetes. Para los fans de los bloques Lego, en el Galpón 4 del Paseo Santa Rosa hay cuatro locales dedicados a estos productos. El primero en abrir fue Mundo Lego (l. 93-94), donde venden productos importados 100% originales.

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Destacan algunos modelos que aún no llegan a Chile, como las figuras de 420 piezas basadas en la película Jurassic World, la secuela de Jurassic Park, que en Chile se estrena el 11 de junio. Los modelos, según el dueño del local, llegan a las tiendas oficiales de Lego en septiembre, pero él ya los vende a $ 50.000.

Su oferta incluye figuras y sets de Minecraft, el videojuego que es furor entre los niños; la línea Technic, más parecida a un mekano por la complejidad de las piezas, y Star Wars, un favorito entre los adultos. La nave insignia de la flota imperial -o la Imperial Star Destroyer, para los más entendidos- tiene 1.359 piezas y cuesta $ 120.000, mientras que en los distribuidores oficiales no baja de los $ 180.000.

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Muñoz también vende -aunque por encargo- la Estrella de la Muerte, el cuartel de operaciones de Darth Vader. Cuesta $ 350.000, casi la mitad de lo que cuesta en la tienda oficial. ¿Cómo lo hace? Comprando los retornos de tiendas estadounidenses, que en su mayoría vienen sellados pero con alguna falla en la caja. Y si llegan abiertos, Muñoz  los arma para verificar que estén todas las piezas antes de venderlo.

Justo a la vuelta de los Legos, en el Galpón 3, ArcadeXtreme (l. 93) vende juegos de Arcade en formato de tableros portátiles, con perillas y los clásicos botones verdes, amarillos y rojos. Cuestan entre $ 30.000 y $ 60.000, y se conectan directo al televisor con un cable HDMI. La compra incluye un CD con 1.200 juegos antiguos, que van desde Pac Man y Space Invaders hasta los noventeros Street Fighter y Mortal Kombat.

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Si prefiere la versión original de estos últimos, puede comprarlos a $ 12.000 en Games All-Stars (l. 96), a sólo pasos de los juegos de Arcade. La consola de Super Nintendo, con un control y un juego, cuesta $ 45.000.

CajaArte y vinilos

Pero no todos los buenos datos están en este persa. Saliendo por Víctor Manuel, en la vereda del frente está el Persa Biobío, el más grande del sector y delimitado por las calles Biobío, San Isidro, Placer y Víctor Manuel. En la entrada de esa última esquina se encuentra la galería de arte del pintor y muralista Alejandro “Mono” González (ex integrante de la Brigada Ramona Parra), enfocada en acercar el arte a la gente.

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Para esto, vende sus grabados en carpetas de cinco o 10 láminas ($ 10.000 y $ 15.000, respectivamente), además del servicio opcional de enmarcado a $ 25.000. Sumando y restando, por sólo $ 26.500 puede colgar una obra de arte original en su casa, incluyendo la serie por la que González ganó un premio Altazor: los grabados sobre el terremoto de 2010.

Caminando unos pasillos hacia el norte llegará al Galpón 4, conocido como el “galpón de los vinilos”. Ahí encuentra decenas de locales que venden sólo discos en este formato. Antes de recorrerlo, pase por el puesto de José Concha, coleccionista de toda la vida y uno de los primeros locatarios del persa que apostó por los LP.

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Puede que a primera vista su local abrume, porque en sus estantes se acumulan más de ocho mil discos, todos antiguos. Pero tranquilo, que están organizados: los hay de rock, jazz, boleros, y originarios de Brasil, México y hasta España. La mayoría no supera los $ 10.000, pero si busca más baratos, vaya directo a los de $ 1.000 y $ 2.000: entre discos viejos de Julio Iglesias y James Taylor, puede hallar joyas de Kate Bush y Judy Collins, la cantautora amiga de Leonard Cohen. Una ganga. Eso sí, para encontrarlas debe tener paciencia.

Si anda con poco tiempo, entonces vaya a los locales 92-93, de Kali Yuga Distro. En esta disquería hay una selección de vinilos de música alternativa nuevos y usados, muchos descatalogados o difíciles de encontrar. En sus cubetas hay discos originales y del año, de rock gótico, dark, experimental y punk inglés, como The Damned o The Stranglers. Pese a ser rarezas, los precios son convenientes, porque no superan los $ 22.000. Si busca vinilos originales de Tim Buckley, Nico o Sid Vicious, este local es de visita obligada.

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También lo es el Local 54 (se llama así), porque ahí venden cientos de vinilos usados a dos precios, $ 8.000 y $ 10.000. Van desde el rock progresivo hasta el pop ochentero, y puede hallar discos de The Sugarcubes, el primer grupo de Bjork, hasta clásicos de The Cure, OMD, Bob Dylan y The Beach Boys, a menos de la mitad de lo que cuestan en cualquier disquería. Además, todas las semanas llegan nuevos LP y atienden sus dueños, unos apasionados de la música que no dudan en hacerle recomendaciones.

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Galpones vintage

Si le gusta el estilo clásico, en ese mismo galpón encuentra el paraíso de las lámparas de cristal: Adolfo Vásquez (l. 255) las importa desde Italia y tiene de todos los precios y tamaños posibles, incluyendo una cuadrada. Para cielos altos hay lámparas de un metro por 50 cm de diámetro, y aunque en tiendas especializadas cuestan más de $ 2.000.000, Vásquez las vende a $ 750.000. La cuadrada, que es la más pequeña, cuesta $ 350.000: un lujo accesible sólo para los fanáticos de lo tradicional.

Otro imperdible de este persa, aunque menos ostentoso, es la colección de vajilla enlozada y cajas de lata que la señora Mónica vende en un puesto sin nombre ni números que lo identifiquen, en el Galpón 1. Además de los productos, el puesto ofrece recuerdos instantáneos de casas de abuelas y regalos de cumpleaños, porque la mayoría de los clientes cuenta al menos una historia por cada objeto que compra. En palabras de la dueña, “en este puesto la gente evoca”.

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Hay teteras de los años 60 y 80 desde $ 5.000; cafeteras desde $ 25.000 y lavatorios esmaltados a $ 35.000, con jarra incluida. El toque final a cualquier cocina lo dan las cajas de lata para guardar el té: hay algunas extranjeras y de colección que no bajan de los $ 20.000, pero la mayoría son ejemplares clásicos de los 70 y 80, como las cajas de dulces Ambrosoli y las latas verdes de los zapatos Calpany (desde los $ 5.000).

Su éxito se basa en la nostalgia, al igual que el local de don Jorge, justo al frente por el pasillo contiguo. Lo suyo son colecciones de revistas antiguas (l. 119 a 134), con un catálogo que incluye tomos de Life en español e inglés; las noventeras Don Balón; y una serie de revistas femeninas de los años 50 y 60, que hablan de los requisitos que debe cumplir el príncipe azul y de las claves para ser buena esposa y dueña de casa.

Todos estos ejemplares cuestan $ 500 cada uno, pero también hay ediciones de la revista Zig Zag a $ 5.000 por su antigüedad y buen estado. La política y la contingencia son los temas que más abundan en el local, ya que además de las revistas Punto Final y Aurora ($ 3.000 c/u), también hay portadas icónicas de diarios nacionales que aluden, por ejemplo, al terremoto del 85 y a la disolución del Congreso por orden de la Junta Militar ($ 5.000 c/u). Lo más vendido, sin embargo, son las ediciones originales de Barrabases ($ 10.000). Para encontrar estas últimas, de hecho, hay que llegar temprano: se agotan antes de la hora de almuerzo.

Otro lugar al que se recomienda ir antes de la hora peak es el puesto Mi Jugo, en Franklin 602: el local es pequeño y se llena. Su fama se debe a que el chef bizarro de Travel Channel, Andrew Zimmern, probó y recomendó sus jugos apenas abrió el local, en 2009, y a la variedad de sabores que ofrece. ¿Una recomendación? El zumo de papaya de Isla de Pascua, de sabor parecido al mango, aunque más suave. El de medio litro de dos frutas cuesta $ 1.600, y con leche descremada, $ 2.000.

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Todos, eso sí, vienen con yapa: una porción generosa en vasito plástico con el batido que sobró en la juguera. Pruebe también sus burritos, hechos con una tortilla grande sellada y rellena con pasta de poroto negro, queso, guacamole y pollo al champiñón, carne o pimentón ($ 3.900).

Si lo que busca es paliar el frío, el café La Otra Minga es el lugar perfecto: vende chocolate caliente con canela y marshmallows ($ 1.200) y café americano ($ 1.000). Encuéntrelo en la entrada del galpón que está en la esquina de San Isidro y Biobío, y pruebe también alguna de las variedades de té en hebras orgánico que cambian semana a semana. Vienen en una tetera que alcanza para algo más de dos tazas ($ 2.000) y puede acompañarlos con muffins de harina integral con naranja y nueces ($ 1.500). Los sándwiches de media baguette también son abundantes y cuestan sólo $ 2.500.

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Aprovechando la parada en San Isidro, baje una cuadra por Franklin hasta Ingeniero Obrecht y busque los locales D02 y D03, de la tienda Todo Cueros. Guíese por las chaquetas colgadas en las tres paredes, hechas a mano por el dueño del local, Emilio Sabaya. Bajo la marca Cueroni, diseña cada prenda a pedido de los clientes (desde $ 55.000), además de vender modelos importados a $ 30.000. Para los animalistas hay chaquetas de “cuero vegano”, más resistente que el ecocuero y la cuerina porque, según Sabaya, no se descascara con el uso (desde $ 55.000). También hay abrigos de cuero y gamuza importados a $ 30.000.

¿Dónde finalizar el recorrido? En El Pipeño, una picada que está desde los 60 en la esquina de Biobío con Tocornal. Sus almuerzos son abundantes, como la cazuela humeante ($ 3.000), el crocante costillar con papas al horno con pebre ($ 4.000), las longanizas de Chillán con papas o prietas ($ 3.000) y los porotos granados ($ 3.000), que no lo dejarán indiferente. Su sánguche de pernil en marraqueta con ají ($ 1.600) también es una buena forma de cerrar el día de vitrineo por Franklin.

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