AJ and the Queen reúne a RuPaul y a una niña en una aventura por EE.UU.
La serie AJ and the Queen presenta en Netflix la improbable unión entre una drag queen (RuPaul) y una niña de 10 años, quienes huyen por diferentes razones a través de EE.UU.
Creada, escrita y producida por RuPaul y el guionista y director de Sex and the City, Michael Patrick King, eran altas las expectativas puestas sobre AJ and the Queen, la nueva comedia de Netflix.
Pero lo cierto es que la producción queda en deuda, a pesar de que la idea sobre la que se construye no es mala: el viaje por EE.UU. de dos fugitivas, una drag queen que huye de un tipo que busca venganza y una niña de 10 años que escapa de su pasado y ansía llegar a Texas para recomenzar.
RuPaul es Ruby Red, esa transformista que planea levantar su propio club gay de la mano de su novio, un latino guapo y, según creía, amoroso e inteligente. Lo cierto es que el tipo la estafa y luego quiere vengarse de Ruby porque lo ha denunciado a la policía.
Ella emprende, entonces, un viaje por EE.UU. en una casa rodante, un poco para conseguir trabajo en cada pueblo donde va recalando y hacer dinero, un poco escapando del malo de la película.
La niña llega a su vida por casualidad y la acompaña en ese viaje con tal de dejar atrás a una madre sumida en las drogas y la prostitución.
RuPaul en lo de él, entretenido, flamboyante, cómico en su justa medida y cantando sus canciones o doblando como diosa las de otras estrellas. La pequeña actriz Izzy G, entre tierna e insoportable, no consigue conmover lo suficiente en su personaje de AJ, que a ratos se torna insufrible.
Es el actor Michael Leon Woolley, quien hace de mejor amigo de Ruby Red, el mayor acierto de esta comedia que convence a medias, el único personaje que saca risotadas como una vieja drag, diabética, ciega y bastante impúdica y deslenguada.
Ojo también con Tia Carrere como Lady Danger, una vendedora de silicona en el mercado negro que provee a las incautas que se aplican esos horrores en el cuerpo.
En definitiva, ésta es una serie salpicada de lecciones y moralejas burdas, que no convence como drama, pero tampoco como comedia y que, al final, se transforma en una seguidilla de shows de transformismo, sólo un par de ellos bien armados y 100% atingentes a la trama.
Tal vez como película hubiera resultado una apuesta mejor, porque el tema de los lazos afectivos y las familias que se forman al azar y de manera sorprendente sigue siendo importante en el cine. Tal vez; nunca lo sabremos.
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