Bikram: Yogui, gurú, depredador, el documental que desenmascara al creador del “hot yoga”
Venerado por muchos, creó un tipo de yoga efectivo y exigente que se expandió por el mundo. En Netflix, el documental Bikram: Yogui, gurú, depredador cuestiona la calidad moral de este personaje, y lo vincula a abusos sexuales y otros delitos.
Bikram: Yogui, gurú, depredador es el documental que llegó a Netflix para desenmascarar al hombre que hizo famosa esa disciplina en todo el mundo, un tipo de yoga con una secuencia de 26 posturas exigentes y que se hace en una sala a 40° Celsius.
Una disciplina con que el indio Bikram Choudhury levantó un imperio multimillonario no sólo sobre el sudor, la devoción y el dinero de sus seguidores, sino también apoyado en el control, la manipulación, el abuso sexual, según revelan varios testimonios que aparecen en el documental.
La directora australiana Eva Orner empezó a trabajar en este filme a comienzos del 2017, solo un par de meses antes de la explosión del escándalo Weinstein y la aparición del movimiento MeToo.
A sus oídos llegó la información de que contra Choudhury se habían presentado cargos criminales, y que cuatro de los seis casos civiles presentados contra él fueron resueltos, con acuerdos, antes de llegar a juicio.
El problema es que para evitar pagar siete millones de dólares a su antigua abogada, a la que acosó y despidió sin motivo, en 2017 el “gurú” declaró en bancarrota su compañía y escapó de EE.UU.
¿Cómo y quién es él?
En el documental se cuenta todo, desde que Bikram Choudhury nació en Calcuta en 1944 y que en los 70 salió de India para instalarse en EE.UU. Allá se autoproclamó creador de su propia rutina de yoga (en el filme nos enteraremos de que eso no es tan así) y no tardó en tener de clientes a famosos como Shirley MacLaine, Quincy Jones y Rachel Welch.
Sólo en Estados Unidos llegó a abrir 650 franquicias y amasó una fortuna de 75 millones de dólares y 43 autos de lujo. Obviamente, algo nada que ver con la imagen ascética del típico yogui.
¿Cómo lo logró? El marketing y el poder de convencimiento fueron sus aliados, inventándose datos biográficos, como por ejemplo que había sido instructor de Elvis Presley y Richard Nixon, llegando incluso a decir que él impidió que al ex presidente estadounidense le amputaran una pierna.
Su megalomanía llegó a tanto que se presentaba como una especie de dios, alguien en control del cuerpo y el espíritu de sus estudiantes.
Vestido con una zunga negra y un Rolex de oro, los llevaba al borde del desmayo y a menudo les lanzaba insultos (racistas, sexistas, homófobos), comentarios que no producían reacción entre sus alumnos, manipulados y convencidos por Bikram y por el poder sanador de la disciplina, que, en todo caso, el documental no pone en duda.
Los que quisieran convertirse en profesores de Bikram Yoga debían ser autorizados por Choudhury, que cobraba 10.000 dólares por un curso intensivo de nueve semanas. Era precisamente durante esos cursos, en lujosos hoteles, donde se producían las agresiones sexuales denunciadas por un grupo de mujeres en la producción de Netflix.
Un filme muy interesante sobre todo para los seguidores de este tipo de yoga, registro que su directora espera tenga consecuencias —más allá de que algunos centros en EE.UU. cambiaron su nombre a Hot Yoga—, con un final inconcluso para Bikram, quien sigue fuera de territorio estadounidense haciendo sus polémicos cursos.
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