Legado en los huesos: la inspectora Salazar regresa con un nuevo misterio
Crímenes, brujería y magia negra hay en Legado en los huesos, secuela de las cintas basadas en las novelas de Dolores Redondo.
Poco después de su publicación, la Trilogía del Baztán se transformó en un éxito entre los amantes de la novela negra. Por eso no es de extrañar que en 2017 el primero de sus libros, El guardián invisible, se convirtiera en película y que hoy su secuela, Legado en los huesos, llegue como cinta a Netflix.
Así, la versión fílmica del segundo título de Dolores Redondo se suma a la oferta de la plataforma con un relato nuevamente centrado en la figura de Amaia Salazar (Marta Etura), quien en su primera aventura resolvió los crímenes de un sicópata vinculado a su pueblo natal, Elizondo.
Un caso que tuvo como escenario los bellos y enigmáticos paisajes del valle de Baztán, en Navarra, y que ahora posee una directa conexión con el inicio del nuevo relato fílmico en torno a Salazar y su labor como agente de la Policía Foral de la región vasca.
Este comienza unos meses después de los hechos de El guardián invisible -que también puede verse en Netflix-, cuando una embarazada inspectora asiste al juicio de Jason Medina (Amaruk Kayshapanta), quien hace unos meses dio muerte a su hija adolescente.
Pero tras pedir ir al baño, al inculpado lo encuentran muerto en uno de los inodoros, luego de quitarse la vida con un elemento cortopunzante que dejaron para él en ese lugar. Junto al cadáver se encuentra una nota dirigida a la inspectora donde se lee “Tarttalo”.
Al mismo tiempo, varias iglesias locales son víctimas de extraños ataques, donde en sus altares se dejan huesos de recién nacidos. Y es la misma Salazar quien debe investigar estos hechos a petición del Padre Sarasola (Imanol Arias).
Entre lo policial y la magia negra
Con dos casos que supuestamente no tendrían conexión, se inicia la segunda aventura fílmica de Amaia, quien nuevamente ve cómo los traumas de su pasado vuelven para trastornar la supuesta calma que ha logrado después del nacimiento de su hijo.
Y también retorna la fantástica mitología vasca, que en El guardián invisible se hizo presente con el legendario Basajaun -el protector de los bosques del Baztán- y en Legado en los huesos se encarna en el Tarttalo, un cíclope que come niños.
Así, entre los fantasmas de la traumática infancia de Salazar -donde también se halla su muy viva y desquiciada madre- y los crímenes ligados a figuras míticas, la segunda cinta basada en los libros de Redondo engancha a quienes disfrutaron con la primera.
No solo se hace presente la sagacidad de la inspectora, que siempre pide consejo a su enigmático amigo del FBI, y personajes ya conocidos en la trama anterior -como su asistente, su marido, sus hermanas y su tía-, también se suman la brujería y la magia negra.
Asimismo, la habilidad del realizador Fernando González Molina -quien ya dirigió El guardián invisible- para otorgar un ritmo envolvente al relato y hacer una vez más de los oscuros, húmedos y mágicos paisajes del Baztán otro de los protagonistas del thriller.
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