Pienso en el final: el surrealista resplandor de la mente de Charlie Kaufman
El director y guionista tras películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y Anomalisa llega a Netflix con su alucinante y oscura mirada a la novela homónima de Iain Reid.
En medio de la cuarentena, con un público demasiado receptivo, el catálogo de Netflix ha ido sumando varias series y películas que se amoldan al sinónimo de simple entretención. Un esquema que el estreno de Pienso en el final viene a romper definitivamente.
Un largometraje difícil de encasillar en un género y que reafirma al guionista y realizador neoyorquino Charlie Kaufman (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos) como uno de los narradores cinematográficos más singulares del último tiempo.
Y como ya lo hizo al adaptar la novela El ladrón de orquídeas, de Susan Orlean -dando al guión varios elementos de su propia imaginación-, en Pienso en el final Kaufman toma como base el libro homónimo del canadiense Iain Reid y le impregna mucho de su fantasía.
Una historia que se inicia de manera simple: con una joven mujer (Jessie Buckley) esperando a que su novio (Jesse Plemons) de hace algunas semanas la pase a buscar, para emprender viaje en automóvil a la granja donde él creció y todavía viven sus padres.
Pero a los pocos minutos del relato no solo cae una fuerte tormenta en la carretera, sino que el ambiente a bordo del automóvil se vuelve extraño. La conversación entre Jake y Lucy, como se le conoce a ella inicialmente, se pone tensa y se ubica al filo del tedio.
Y mientras ella se sumerge en sus pensamientos -donde siempre “piensa en el final”-, él busca algún tema de conversación en torno a lo talentosa que la encuentra o cómo lo sorprende gratamente el extenso poema que le acaba de recitar.
Un relato oscuro y surreal
Un incómodo trayecto que culmina al arribar a la granja de los padres de Jake en medio de la nieve. Aquí, reciben el saludo de su madre desde una ventana, mientras él invita a Lucy a conocer el establo, que alberga ovejas congeladas y una trágica historia sobre los cerdos.
Todo se vuelve aún más confuso dentro de la casa, luego de ser recibidos con cordialidad por los humildes dueños del lugar (Toni Collette y David Thewlis) e invitados a cenar. Instancia donde, entre risas nerviosas, Lucy habla de cómo se conocieron con Jake.
Y también surge una nueva profesión para ella -quien de ser viróloga y luego física ahora es pintora- además de otros nombres -Louisa, Lucía-, como también la incomodidad de Jake y un extraño cambio temporal, con sus padres pasando de ser maduros a ancianos.
A lo que se suman distintas escenas, a lo largo de la trama, en las que se ve a un viejo conserje (Guy Boyd) que trabaja haciendo aseo en una secundaria y que de alguna forma se relacionaría con Jake y su familia, tal vez en el pasado o el futuro, o solo en su mente.
Todo lo que lleva al espectador a un recorrido cargado de surrealismo y meditación, que se asemeja a esos sueños al borde de la pesadilla, donde volvemos real lo anormal y atemporal; y que, a diferencia de la novela, se encamina a un final aún más laberíntico.
Lo que convierte a Pienso en el final en una cinta imperdible para seguidores de Kaufman, en especial en su doble papel de guionista y director -como en Nueva York en escena y Anomalisa-, y todos los que acepten el desafío de una compleja y a la vez alucinante película.
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