Tienen entre 25 y 45 años, quieren viajar a la aventura y sumergirse en la naturaleza, pero no demasiado como para dormir dentro de una carpa. Los mochileros de hoy buscan buenos alojamientos, con detalles cómodos. Acá hay siete recomendaciones en la costa y sur de Chile.
No es que no los haya, sino que a los típicos mochileros, esos veinteañeros de barbas largas, con utensilios de cocina colgando de su equipaje y envueltos en gorros chilotes, les salió competencia. Una de un grupo más sofisticado, de aventureros a los que les gusta echarse el saco al hombro y partir a conocer parajes sureños y prístinos, pero que no hacen dedo ni transan el dormir sobre una cómoda cama. Estos “mochileros 2.0”, de entre 25 y 45 años, chilenos y extranjeros, manejan más presupuesto y reemplazaron la carpa por hostales de diseño con baños privados y amplias cocinas donde preparar sus comidas al lado de otros huéspedes. ¿Qué conservan entonces de los que se solía ver a la berma del camino haciendo dedo? Sólo el espíritu aventurero, la ropa outdoor y las ganas de compartir sus vacaciones junto a desconocidos.
Pichilemu Surf Hostel
Cuando un turista, mochila al hombro, llega a Pichilemu en busca de alojamiento, lo más probable es que lo manden a Av. Eugenio Díaz Lira 164. Ahí, en esa que es la costanera del lugar, está el Pichilemu Surf Hostel con su fachada de madera que anticipa que se trata de un rincón acogedor. Tiene habitaciones para tres o cuatro personas que cuestan $ 13.000 diarios por persona con desayuno, precio que entusiasma sobre todo a jóvenes estadounidenses y europeos que quieren recorrer todo Chile sin quedar en la bancarrota. Los chilenos optan más por las piezas privadas, que valen $ 45.000, también con desayuno. ¿Este, qué incluye? Té o café de grano, granola, fruta natural de la estación y huevos revueltos con pan amasado.
La cocina es la liga de las naciones donde todos llegan a preparar sus almuerzos y comidas, que luego comparten en el comedor del lugar, mientras se escuchan acentos afrancesados y otros agringados. Si quiere añadirle más relajo a la experiencia, por $ 10.000 puede disfrutar de un baño en las tinas con agua caliente salinizada que están al aire libre y que miran directo al mar. Y si quiere algo más de acción, tome ahí mismo un tour en bicicleta que dura un par de horas y que lo llevará a conocer los alrededores de Pichilemu, donde hay milenarios bosques de cipreses.
Maison Nomade
Cercano a Pucón, está este Bed & Breakfast de nombre galo. Ofrece todo lo contrario a lo que es Pucón en verano: tranquilidad en una casona aislada enclavada al medio de 10.000 m2, con atención personalizada y con el foco puesto en la sustentabilidad. Tiene cinco años; cinco habitaciones también. Y ya se ha hecho un nombre, pues fue reconocida como uno de los mejores 25 hospedajes de Chile según los TripAdvisor Awards, anunciados por el sitio web el martes pasado.
Al estar equidistante de Pucón y Caburgua, esta casona permite mezclar actividades al aire libre como canopy y rafting con otras más tranquilas, como leer un libro en la pérgola o dormir siesta en una hamaca. Si lo prefiere, puede tomar un volumen de la biblioteca de la sala común y revisar varios autores chilenos en distintos idiomas.
Sus vistas son altamente recomendadables: el volcán Villarrica se ve desde cualquier rincón del terreno, aunque los dueños recomiendan mirarlo desde la terraza del segundo piso al atardecer. Los atractivos que tiene este refugio afuera van desde el invernadero -de donde se puede sacar lo que necesite para cocinar- hasta los juegos infantiles, que están bien apartados de todo, para que no se escuche ruido.
Acá todo se hace al ritmo y antojo de los huéspedes. Prueba de eso es que si le gustaron la bisutería y los telares que los dueños tienen a la venta en un salón, puede tomar una clase personalizada en el taller de Carolina Frêne, dueña de Masion Nomade junto con su marido Alain Granson. Si sólo prefiere llevarse un recuerdo, hay aros de vitrofusión y textilería en cuadro.
También están a la venta algunos de los productos orgánicos que se prueban en el desayuno (café Britt de Costa Rica y los tés Salus de Flora), que incluye pan y mermelada caseros, mantequilla y miel de la zona, queso de campo y jamón, jugos, yogurt natural con avena y queques, kuchen y crepes. Otro de los puntos fuertes de Maison Nomade es que la movilización no es problema: si no se tiene auto, hay locomoción pública a la puerta de la casa. Los buses entre Pucón y Caburgua tienen una frecuencia de media hora todo el año, y en verano tienen horario extendido entre las 7 AM y las 10.30 PM.
Altos de Pichi Mallay Lodge
Abierto hace dos años a 20 minutos de la playa de Maicolpué (el balneario de los osorninos, en la comuna de San Juan de la Costa), este refugio está pensado para los que buscan alejarse del bullicio de las playas y, por eso, está literalmente en la punta del cerro. Rodeado de verde, tiene una terraza con buena vista, senderos, miradores en medio del bosque, hamacas y fogones rústicos para comer algo mientras se disfruta del atardecer sobre el mar.
Aunque son selectivos con el público y dejan claras las reglas -no se admiten grupos en busca de fiesta ni familias con más de tres hijos de menos de dos años- los precios son accesibles: la habitación single cuesta $ 15.000, las tres dobles $ 30.000 cada una y la triple, $ 45.000. También tienen área de camping ($ 4.000 p/p) y una cabaña habilitada para seis personas con servicios independientes a 300 metros del lodge ($ 50.000 diarios).
El fuerte en Maicolpué es el ambiente hogareño. De hecho, en los días de lluvia reciben a los huéspedes con medias de lana y la chimenea del salón encendida, donde también pueden ver películas y tomar una copa de vino junto al fuego o usar cualquiera de los juegos de mesa disponibles. Ahí la cocina es de uso liberado, pero si algún día no tiene ganas de cocinar, puede pedir una cena casera, preparada por la hermana del dueño ($ 5.000), que incluye ensalada, pan, pebre, plato de fondo con mariscos y pescados y una copa de vino.
Aunque la mayoría de los pasajeros llega en camioneta hasta acá, si lo hace en bus, basta con avisarles a los dueños para que lo vayan a buscar a un punto acordado, que suele ser el almacén más cercano. Para las excursiones, en tanto, puede recorrer los alerzales con el lonko Carlos Paillamanque. Están a una hora en auto y el guía lo pasa a buscar en la mañana y lo regresa al hotel a las 5 o 7 PM, dependiendo de la excursión que haya elegido. Si lo suyo es ir mar adentro, agende una ruta marina por los alrededores o vaya a Caleta Cóndor, donde puede acampar si lo desea. Eso sí, vaya preparado: el lugar es prístino y no hay servicios básicos.
Tren del sur
Este hostal boutique de Puerto Montt es casi un patrimonio. Antes de convertirse en hospedaje era una bodega, pero sus dueños la restauraron en 2009 con durmientes y otras partes de la antigua estación de trenes de Puerto Montt. La dejaron con 17 habitaciones, cinco de ellas tamaño suite con tinas con hidromasaje. Todas, eso sí, tienen televisor, Wi-Fi y calefacción central. A sólo 10 minutos del centro, Tren del Sur es ideal para recorrer la ciudad a pie sin tener que arrendar un auto.
El ambiente, fiel a sus coordenadas, es 100% sureño. La construcción está hecha con maderas nativas de la zona, como alerce, coigüe y mañío. Los espacios comunes, como suele ocurrir en los hostales, son el alma del recinto: los huéspedes son 40% chilenos y 60% extranjeros, sobre todo suizos, alemanes y canadienses. ¿Edades? Entre 25 y 45 años, y todos disfrutan sociabilizando entre ellos. Para eso, el lobby está equipado con tres sillones y un televisor donde suelen verse partidos de fútbol y películas. También hay dos computadores y rincones para sentarse a leer, o tomar una copa de vino por la tarde.
Para empezar el día, hay un desayuno que incluye pan de molde y amasado, queso, jamón, yogurt, fruta y jugos de pulpa. Se sirve entre 7 AM y 10.30 AM en el restaurante Andén, ubicado en el segundo de cuatro pisos, con una vista a la ciudad y una terraza. Durante la noche, el restaurante se abre a todo público entre las 7 y las 11.30 PM, con un menú que rescata las tradiciones culinarias locales. Su carta, de hecho, tiene un 70% de productos orgánicos de la zona. De día, salga a pasear por los alrededores y coordine en el mismo hostal un paseo a Saltos del Petrohué ($ 27.000, de 9 AM a 7 PM), al volcán Osorno ($ 26.000, de 9 AM a 7 PM) o a la Isla Grande de Chiloé ($ 27.000, de 8 AM a 10 PM), ya que Tren del Sur tiene un convenio con varios touroperadores de la zona.
Mientras se decide o espera que lo pasen a buscar, puede pedir un café de grano en el restaurante: es cortesía de la casa y se lo llevan a la mesa. Hay disponibilidad de habitaciones singles ($ 31.800), dobles twin o matrimoniales ($ 41.800) y triples ($ 50.500). Ojo: si reserva una pieza para dos, pruebe su suerte pidiendo la que tiene jacuzzi; es sin costo adicional.
Los palafitos de Castro
Dormir sobre el mar. Literalmente. Eso es lo que ofrece el Palafito Hostel, que conservó la arquitectura original. En 2009, sus dueños transformaron un antiguo palafito en una hostal con 8 habitaciones, todas con baño privado, calefacción central, agua caliente y Wi-Fi. Hasta allá llegan varios “mochileros 2.0”, porque tiene todo el estilo de vida de un hostal: ahí se comparte a la hora de la cena, hay encuentros entre los pasajeros en espacios comunes (donde hay hasta mantas de lana por si hace frío) y la atención es personalizada. Eso, sin contar los precios, acordes a lo que pueden pagar los aventureros. Todo depende de si la vista es hacia el fiordo de Castro o al río Gamboa, a la calle o hacia los palafitos aledaños (entre $ 30.000 y $ 60.000). Ojo, que para quienes desean ahorrar, hay habitaciones compartidas por $ 15.000 por persona. Todas, eso sí, tienen una decoración minimalista y detalles que dan calidez, como los gruesos plumones blancos y una iluminación sutil.
En línea con su filosofía sustentable, los productos que se usan para el desayuno -mantequilla, frutas, cereales, leche, jugos, yogur, té y café- son de productores locales. En el hostal se enorgullecen de su pan casero hecho a diario y de las mermeladas de frutas de temporada, como la de ruibarbo, ciruela chilota, manzana y nalca. El café, que se puede preparar cuantas veces quiera, lo hacen según una receta chilota cada mañana.
Aunque el público es mayoritariamente extranjero -franceses, alemanes y españoles-, es diverso en edades (30 a 60 años). Ahí disfrutan, particularmente, del salón con cocina americana, donde hay cartas, dominó y una pequeña librería con el sistema “deja uno, llévate uno”. También, de la terraza del segundo piso, desde donde se puede apreciar el cambio de marea, que se produce cada seis horas.
Si tiene un presupuesto más holgado, puede hospedarse en el Palafito 1326, un hotel boutique con la misma dinámica que el hostal: una estructura sobre estacas insertadas en el agua. Situado en el tradicional barrio Gamboa de Castro -al igual que el hostal-, ofrece una panorámica de 360° desde el techo, que permite ver embarcaciones, la vegetación del cerro y el arenal y la cotidianeidad de quienes viven en los palafitos vecinos. Hay habitaciones singles desde $ 65.000 y matrimoniales desde $ 82.000.
Para recorrer los alrededores, el hostal trabaja con Palafito Trip, una agencia enfocada en cabalgatas y trekking en la Isla Grande de Chiloé, particularmente en el Parque Nacional Chiloé, en Cucao. Recuerde, eso sí, que en febrero comienzan las fiestas costumbristas en Castro. Así es que si quiere hospedarse en Palafito 1326, haga la reserva por lo menos con cinco días de anticipación.
Amerindia Patagonia
Ubicado en Puerto Natales, es lo más en casa que se puede sentir un turista a miles de kilómetros de su hogar. Desde su apertura, en 2006, es atendido por sus propios dueños. Y se nota: a una cuadra del borde costero de Punta Arenas, esta casona tiene detalles como mantas de artesanos locales y pieles de cordero en todas las habitaciones.
Amerindia Patagonia cuenta también con un restaurante que destaca por su pastelería casera. Pregunte por los pasteles de calafate y lavanda ($ 3.000) y acompáñelos con el chocolate caliente de la casa ($ 2.200): tiene un equilibrio perfecto entre el amargor del cacao y especias como canela, nuez moscada, clavo de olor y vainilla. Si prefiere un café, pregunte por las variedades orgánicas de las marcas Clipper y Marley Coffee, importadas desde varios rincones de Latinoamérica y Jamaica, respectivamente. Para que no eche de menos estos productos en su casa, puede comprarlos en la tienda gourmet del hostal.
El desayuno, incluido en los precios de las habitaciones, se sirve en el restaurante entre las 6.30 y 10 AM. Además de los infaltables té, leche y café, ofrecen tres tipos de pan (blanco, integral y con nuez o aceitunas), mantequilla, huevos, queque de zanahoria, dulces chilenos, tres tipos de mermeladas, miel, queso, jamón de pavo y pierna de cerdo, salame, avena y yogur. Si además aprovecha los servicios del hostal para organizar una excursión a las Torres del Paine, Calafate o los glaciares Balmaceda y Serrano, deje pedido la noche anterior un box lunch ($ 8.500), para retirarlo junto con el desayuno: viene con sándwich de carne y verduras, agua mineral, un brownie, una barra de cereal y una fruta. Para no pasar hambre mientras le saca el jugo al día.
Aunque 14 de las 17 habitaciones son dobles ($ 35.000 con baño compartido y $ 45.000 con baño privado), también hay singles ($ 25.000 y $ 30.000), triples ($ 58.000) y hasta séxtuples ($ 80.000), aunque esta última no incluye el desayuno. Para quienes van en familia o entre amigos, existe el servicio (con costo extra) de cenas grupales con comida típica de la zona. Esta se sirve en el restaurante Aldea, a pasos del hostal, y cuesta desde $ 17.000 por persona.
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