Culto
Por:

Volver a mirar la precordillera

A no más de 45 minutos de la ciudad, en la precordillera metropolitana, hay seis parques no sólo pensados para deportistas. Son lugares sobre los 1.800 Mts. que, gracias a los buenos accesos que tienen y lo bien señalizados que están, han ido atrayendo a las familias. Acá, algunas luces para hacer un panorama diferente. […]

A no más de 45 minutos de la ciudad, en la precordillera metropolitana, hay seis parques no sólo pensados para deportistas. Son lugares sobre los 1.800 Mts. que, gracias a los buenos accesos que tienen y lo bien señalizados que están, han ido atrayendo a las familias. Acá, algunas luces para hacer un panorama diferente.

El cansancio pasa a segundo plano cuando se siente el fresco aire precordillerano y se ha tenido la fortuna de ver escurridizos zorros culpeos y ruinas de la cultura Chiquillán, que habitó lo que hoy es la zona central de Chile. También se olvida, cuando en Instagram se logra publicar sorprendentes imágenes de cóndores en pleno vuelo. La Región Metropolitana guarda estos secretos a no más de 45 minutos de la ciudad, para quienes buscan desconectarse como cuando logran hacerlo en parajes desérticos o sureños. Y lo mejor es que se puede acceder a ellos sin ser expertos andinistas.

Hace 10 años, la mayoría de los cerros de la precordillera eran terrenos de privados o del Estado, dejados a su suerte, llenos de basura e inseguros. Pero el panorama cambió hace cinco años, y aunque la mayoría de los terrenos sigue en manos de los mismos dueños, hubo una administración que se puso a la cabeza de su cuidado: la Asociación de Parques Cordillera. Esta mejoró los accesos, instaló señalética, delimitó los senderos, mejoró la seguridad (contrató guardaparques, estableció horarios de apertura y cierre) y se encargó de la protección de la fauna nativa, como tucúqueres y vizcachas, y de su flora, como quiscos y espinos.

Hoy, la precordillera metropolitana puede ser visitada por familias, porque es un paseo que sirve para estar en contacto con la naturaleza y ver desde otro punto de vista la región. Hay cuatro de la asociación que FINDE recomienda -San Carlos de Apoquindo, Cantalao, Aguas de Ramón y Puente Ñilhue- y dos, que aunque no están en la organización, vale la pena ir a recorrer: el Mahuida, en La Reina, y el de Yerba Loca, en Lo Barnechea.

“Quisimos darles un sello de calidad que antes no tenían”, explica la directora ejecutiva de la Asociación de Parques Cordillera, Débora Raby. ¿Cómo lo lograron? No sólo instalando un mobiliario que lo hiciera más atractivo -como asientos de descanso, mesas de picnic y miradores- sino que educando a los visitantes sobre el cuidado de estos espacios. Ahora está prohibido llevar mascotas, hacer asados o fogatas, y es obligación bajar la basura para depositarla en contenedores para reciclaje.

Algo que ayuda bastante en el recorrido son las señalizaciones que, entre otras cosas, indican a cuánto está el punto de destino, qué compañía de celular tiene cobertura en el sector y el número de teléfono de los guardaparques para poder llamarlos en caso de tener una emergencia. No tienen nada que envidiarle al Parque Nacional Alpino del Estado de Victoria, en Australia, muy popular en el verano para hacer senderismo y ciclismo de montaña.

Si hace tres años a los Parques Cordillera llegaban 80.000 personas, el año lo hicieron más de 150.000. Como ejemplo, el Aguas de Ramón, en La Reina, antes no atraía a más de 1.000 personas anualmente, y en 2013 convocó a 60.000.

EN LO ALTO DE LA REINA Y PEÑALOLEN
Quien diga que todos los cerros son iguales, es porque no los ha recorrido ni los ha visto in situ. Todo depende de lo que quiera, del tiempo y la compañía.

El Aguas de Ramón es el modelo ejemplar, porque tiene circuitos para todas las edades y uno inclusivo, de poco más de un km, que está cerca de un estero y permite que sea visitado tanto por personas con movilidad reducida como por aquellos que tengan capacidades cognitivas diferentes, sin problemas. Además de zonas de picnic a la entrada y bajo la sombra de árboles. Pronto también abrirán un canopy y juegos aéreos entre los eucaliptus.

Se llega por Av. Alvaro Casanova, en La Reina, donde a la altura del Nº 2.583 hay un portón ancho con un cartel gigante que dice su nombre. Es más fácil llegar en automóvil, estacionamientos hay de sobra. Sólo se paga $ 1.500 por adulto y $ 500 por los menores de ocho.

Para empezar a recorrer tome la ladera norte en dirección a Los Peumos (todo está señalizado). Pronto, en el camino, encontrará un puente colgante que, rodeado por una tupida vegetación, lo hará sentir como en el sur de Chile. A menos de un kilómetro llegará a un bosque, ideal para descansar. Hasta ahí la pendiente es leve y si se lo toma con calma, será un paseo agradable para la familia, que tarda unos 60 minutos de ida, siempre rodeado de boldos, litres y espinos, trinos de loicas y tencas y -en algunos sectores- el sonido de fondo del Estero San Ramón.

Este es el que, cinco km más arriba, nutre una caída de agua de 30 m, llamado Saltos de Apoquindo. Ojo, que para llegar a esta belleza hay que ir preparado al menos con bastones de trekking, ya que desde Los Peumos (a tres kilómetros de la partida) en adelante, el camino se vuelve más empinado y rocoso.

Algo que jamás debe olvidar es saludar a los litres (marcados con letreros por si no los conoce) para que, según la creencia popular, no le dé alergia.

¿Quiere un guía? Mario Valencia ( tel. 9.549 1530), dueño de una empresa de trekking, organiza recorridos nocturnos que duran cerca de cuatro horas, e incluyen linternas frontales y un snack ($ 15.000 p/p, apto para mayores de ocho años).

Un poco más hacia el sur, donde termina la Av. Alcalde Fernando Castillo Velasco (ex Av. Larraín), está el Mahuida. Ingresar con auto al recinto cuesta $ 3.000. Adentro puede elegir entre más de una decena de circuitos. Uno de los más adecuados para principiantes es el de Sendero de Chile, que se reconoce por su color verde.

Tarda unas dos horas, lo suficiente para sentir que hizo sano ejercicio. Abajo es posible hacer picnic ($ 10.000 el espacio para 10 personas) y la otra ventaja que lo hace familiar es su Granja Aventura, que los niños podrán visitar por $ 4.900.

En terrenos del Club de Campo Militar de Peñalolén está Cantalao, con una vista privilegiada de la ciudad (y donde se filmó parte de Violeta se fue a los cielos). Para agendar una visita por el lugar, debe llamar con días de anticipación. Se llega en auto por Av. Alvaro Casanova, hasta topar con calle Las Palmas.

A su derecha y en el número 613, encontrará un control militar, donde sólo deberá indicar que reservó una visita. Deberá recorrer un par de kilómetros en auto, hasta llegar a un portón azul que conduce a un camino de tierra. Ahí mismo, verá unos antiguos polvorines, comienza su recorrido por este sendero de menos de dos km, que se hace en unos 45 minutos y lo interna por un paraje de flora frondosa. La protección y privacidad de este parque ha hecho que árboles y arbustos como quintrales, bollenes, chaguales y maquis hayan crecido tanto, que en algunas partes se comieron parte de la ruta. Pero eso lo hace más rústico y atractivo.

CRUZANDO COMUNAS 
A San Carlos de Apoquindo se accede por el ingreso principal del estadio de la UC, al final del Camino Las Flores. Ahí, cuando llegue a la entrada, dígale al guardia del recinto que va al parque y no sólo no tendrá ningún problema para entrar, sino que le indicará dónde es más cómodo estacionarse.

Pasadas las canchas de entrenamiento de fútbol, encontrará un camino de tierra que lo lleva directo al acceso del parque. Al comienzo verá una linda explanada con mesas de picnic, que bien podrá usar al inicio o final de su travesía.

El hit acá es el sector Alto El Naranjo, a seis kilómetros de la entrada (unas cuatro horas de caminata) y a 1.800 m de altura. Un prado de intenso color naranjo por sus flores. Es uno de los senderos más populares de este parque, al que suelen ir grupos de amigos y familias completas. A pie o en bicicleta.

En un comienzo, el sendero es amplio, pero en los últimos 600 m se vuelve más empinado. La recompensa al llegar no sólo será la vista, sino lo atractivo del enorme quillay de más de 20 m de alto, sólo en la explanada y cuya existencia es inexplicable, pues esta especie no se da a esta altura. Lo mejor es su sombra, porque debajo caben fácil 10 personas, que pueden deleitarse con su dulce aroma.

Si no se anima a recorrer esos seis km, quedará contento con sólo llegar al mirador de la roca, ubicado a 2,5 km desde el principio. Es perfecto para sentarse y mirar Santiago desde la altura.

¿Quiere un recorrido más complejo? Desde el Alto El Naranjo puede descender hacia el Parque Puente Ñilhue, de Lo Barnechea, porque están conectados. Ese camino tarda cerca de ocho horas -considerando subida y bajada-, por lo que es necesario llevar una mochila con al menos dos litros de agua, fruta y uno o dos sándwiches y pedirle a alguien que lo vaya a buscar.

Marcelo Quilodrán, presidente del club de andinismo El Montañista, hace salidas cada semana; y una vez al mes, ofrece trekkings abiertos, con aporte voluntario para personas externas a la organización. Esté atento, porque dentro de poco anunciará la fecha del próximo en www.elmontanista.cl.

Si lo que quiere es llegar a Alto El Naranjo por Puente Ñilhue, debe dirigirse al kilómetro 5 del Camino a Farellones, seguir por una bifurcación de tierra a la derecha y, a un costado del antiguo puente que da nombre al lugar, está la entrada, cerca de la cual puede dejar su auto o bicicleta.

Este tiene mayor exigencia técnica, ya que no sólo es más empinado y sus senderos más estrechos, sino que tendrá pendiente desde la base del cerro. ¿Una ventaja? Si lleva cocinilla, una pequeña estufa con un balón de gas no más grande que un tazón de café, podrá hacer la subida en dos días y acampar en un sector llamado Vallecito, por el cual pasa un pequeño estero, que es la parada previa antes de Alto el Naranjo, a poco más de un km de la entrada.

EXPLANADAS Y CONDORES 
El más alejado de estos parques y el que menos vegetación tiene es Yerba Loca, en la curva 15 del Camino a Farellones, en Lo Barnechea también. Es uno de los pocos, junto con Puente Ñilhue, donde aún se permite acampar. Tiene 43 sitios para picnic con mesas y similar cantidad de espacios para carpas ($ 5.000 p/p). Debe saber que octubre es la mejor temporada para quedarse a dormir, ya que, desde noviembre, los fines de semana tiene sobredemanda.

Tiene senderos de poca distancia y dificultad, como el Mirador del Aguila, que es recomendable para niños, ya que los caminos son amplios y planos y dura unos 45 minutos; mientras que tiene otros, para aquellos más experimentados como el trekking al Glaciar La Paloma, que demora nueve horas.

¿Algo intermedio? Si camina menos de tres horas por senderos amplios y casi sin pendiente, podrá contemplar refugios de la cultura Chiquillán, un pueblo nómade que cazaba por esos cerros y cuyos refugios aún permanecen en perfecto estado. Más adelante está la Meseta de los Cóndores, ideal para hacer un picnic, siempre que lleve sombrero, bloqueador y un quitasol, recuerde que la sombra es escasa.


Un poco más arriba, a menos de un km, está el Refugio Alemán, considerado uno de los predecesores de los centros de esquí Farellones y Valle Nevado. Pese a los años de abandono, la construcción de roca mantiene sus cimientos casi perfectos y es posible encontrar entre ellos gigantes plumas de cóndores. Si no lo logra, no se desanime, mire a su alrededor y tome fotos: desde ese lugar tiene vista a cerca de nueve cerros distintos: el Del Medio, El Buque, Los Poches, San Francisco, La Paloma, Altar, Falso Altar y La Polvareda.

ENCUENTRA LAS DIRECCIONES.

Etiquetas

RECOMENDAMOS