En los últimos meses este tradicional boliche ñuñoíno hizo noticia primero por la muerte de uno de sus más distinguidos parroquianos, el periodista Carlos Jorquera. Y segundo, por la partida de Don Manuel Vidal, su histórico propietario.
Sin embargo, al visitar este bar, restaurante y fuente de soda no es la nostalgia la que domina el ambiente. Todo esto aún cuando al frente de sus respectivas mesas de toda la vida cuelgan fotos tanto de Jorquera como de Vidal.
Porque pese a estos bonitos homenajes a sus deudos en Las Lanzas, no se asoma ni por si acaso un aire de que los habitués están desapareciendo, las luces de neón comenzando a apagarse y la persiana pronta a bajarse. Para nada.
De hecho, puede ser un martes por la noche, un jueves al mediodía o un viernes a las cinco de la tarde y el panorama en este sitio será el mismo: se bordea el lleno absoluto, las comandas vuelan, la música está fuerte y la conversación animada.
Aquí caben todos
Hay mucha gente siempre en Las Lanzas. Pero no se trata de parroquianos que se toman sus últimas copas esperando y pensando que en poco tiempo más pasarán ha decorar las paredes del boliche con alguna foto suya. No, porque este no es un local de la tercera edad ni nada parecido.
Esto porque, además de los clientes que pintan canas, aquí siempre se puede ver también a profesionales jóvenes, estudiantes universitarios y hasta niños con uniforme que —acompañados de sus padres— le hacen empeño a sendos completos y churrascos.
Incluso los días sábado, cuando Las Lanzas se repleta a la hora de almuerzo, no son pocos los coches de guagua que se divisan en el comedor principal.
Pero sí, es cierto, ya no pululan tanto por este rincón de Ñuñoa los directores de fotografía ni los cineastas que tenían antes sus productoras en las inmediaciones de la Plaza Ñuñoa.
Eran tiempos en que muchos le decían “Ñuñork” a esta zona y la bestia inmobiliaria aún no había clavado su mirada y sus colmillos en las bellas casas ñuñoinas.
Pero como las ciudades siempre están vivas, tras el éxodo audiovisual vinieron muchas familias jóvenes que le dieron nuevos aires a la comuna y por supuesto a Las Lanzas. Y ellos son justamente los que ayudan a repletar este lugar día a día.
Sobre todo a contar de los días miércoles y más aún cuando mejora el tiempo, como se supone pasa justo en esta época, aunque hay que reconocer que la primavera santiaguina está cada vez más extraña.
¿Por qué va la gente a La Lanzas?
Porque abre desde el mediodía hasta pasada la medianoche de lunes a viernes. Porque el sábado abre hasta las ocho de la noche. Porque sus precios son módicos y tienen colación de lunes a jueves, con unas lentejas gloriosas los días lunes.
Porque las piscolas son generosas. Porque sus almejas al matico y los choritos maltones al vapor siempre están buenos. Porque el pulpo a la gallega les está quedando cada día mejor. Porque sus churrascos en marraqueta y sus completos bien valen un viaje a Plaza Ñuñoa.
Porque su plato más solicitado, los callitos a la madrileña, tientan hasta a los más mañosos. Porque siempre hay schop y en la terraza se puede fumar.
Porque acá la gran mayoría se conoce entre sí o conoce a Manuel Vidal hijo, el capo del lugar.
Porque entre tanto restobar, gastronomía de experencias sensoriales, deconstrucciones, mixología y menús de degustación; un honesto plato de comida con un tinto pasable no viene nada de mal y hasta se añora.
De todo un poco
Es cierto, uno ya no se topa con actores vestidos de legionarios romanos o monjes benedictinos tomándose algo en la barra de Las Lanzas.
Dicen que el hecho de que el departamento de vestuario del Teatro de la Universidad Católica ya no esté al lado del local influye en que estas escenas no se repitan.
Lo que sí se ve de cuando en cuando es a Willy Semler comiéndose unas tostadas con palta y un vodka tónica antes de irse a actuar a una función del vecino teatro. O al pintor Roberto Di Girolamo, un verdadero experto en completos, almorzando un sábado cualquiera en la terraza.
Por ahí uno puede ver también a Tomás Moulian tomando un café y conversando con alguno de sus jóvenes compañeros de partido de Revolución Democrática. O a Roberto Márquez, histórico líder de Illapu, leyendo el diario un día cualquiera.
Lo que ya no se ve es ese hermoso letrero que coronaba el final de la barra con un rotundo “Aquí fumamos todos”, aunque me comentaron que en alguna bodega de Las Lanzas el mentado cartel aún se conserva. Pero claro, son otros tiempos.
De hecho, hace un par de meses hasta se dejaron de vender cigarros en la caja del local. Y claro, ya no se ven escenas como esa que me tocó ver alguna vez cuando un conocido actor cómico no pudo lidiar con su equilibrio etílico y terminó azotándose con la base de uno de los taburetes de la barra, haciéndose un profundo corte en la frente pero que él ni se percató.
O aquella noche en que a Enrique Symns lo invitaron a abandonar el local porque estaba incomodando a un par de señoritas.
Son cosas que han pasado, pasan y probablemente pasarán de tanto en tanto. Porque en un lugar tan vivo como Las Lanzas todo fluye y cada día se tejen nuevas historias. A pesar del paso del tiempo y los que creen que solo lo novedoso es lo que persiste.
Las Lanzas
Dirección
Humberto Trucco 25
Ñuñoa,
Región Metropolitana
Chile
Teléfono
Horario
Lunes a viernes, 12.30 PM a 10 PM. Sábado, 12.30 PM 8 PM