Por Lya Rosén
En la última década, quizás avalado por el buen recibimiento de su película La Reina (2006) —donde la Reina Isabel II afrontaba la muerte de Lady Di—, el director británico Stephen Frears enfocó gran parte de su trabajo en llevar al cine la historia de personajes reales. Ese fue el caso de cintas como Philomena y The program, y ahora es el de Florence Foster Jenkins, donde revive la figura de esa socialité neoyorquina, famosa por su amor por la ópera y sus vanos intentos por ser una gran intérprete.
Para ello, la cinta lleva al Nueva York de 1944, donde Foster Jenkins decide retomar sus clases de canto con el conductor asistente del Metropolitan Opera, quien acepta con disimulo las “donaciones” que recibe por parte del actor inglés St. Clair Bayfield (Hugh Grant), representante y devoto marido de la heredera, pero quien no tiene relaciones sexuales con su pareja a causa de la sífilis que ella contrajo hace décadas, de su primer esposo, y que ha minado gravemente la salud de la mujer.
Por las clases de canto hace también su aparición Cosmé McMoon (Simon Helberg), pianista que se suma al grupo que rodea a Foster Jenkins y que, por cariño y amistad, la estimula a ofrecer pequeños recitales, a pesar de su espantosa voz.
Así, entre las apariencias e intentos de la socialité por compartir su “talento vocal”, Frears dibuja un relato marcado por la calidez y los protagonistas que imprimen carisma y humanidad a personajes marcados por la mediocridad y la extravagancia.
Titulo Original: Florence Foster Jenkins
Género: Comedia/Drama
País: Reino Unido
Año: 2016
Director: Stephen Frears
Guión: Nicholas Martin
Reparto: Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg
Edad: Todo espectador