Dolor y Gloria: Almodóvar retorna inspirado por su propia existencia
El famoso director español retorna a las salas nacionales con un relato anclado en sus recuerdos, donde es clave la actuación de Antonio Banderas
Con un promedio en el último tiempo de una película cada tres años, Pedro Almodóvar ha logrado mantener su sitial como uno de los más importantes, o quizás el más importante, director español contemporáneo, con voces que lo sitúan al mismo nivel de Luis Buñuel en la cinematografía hispana.
Un lugar que comenzó a forjar a inicios de los 80, en medio de la denominada Movida Española, con películas como Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón para ir depurando su estilo a títulos que le abrieron las puertas internacionales, entre ellos Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios y Todo Sobre mi Madre.
Así, década tras década, el realizador manchego fue reforzando su extensa lista de películas, cada una de las cuales como un nuevo ejemplo del estilo “almodovariano”. Uno donde lo kitsch y los colores saturados se apoderan de los escenarios por donde deambulan personajes marcados por el tormento, especialmente mujeres, casi siempre inspirados en su propio entorno.
Sin embargo, hasta el momento había dos películas que dejaron entrever algo de su intimidad sin llegar a lo autobiográfico, con algo más bien emparentado con la autoficción, aquel término nacido de la literatura como una amalgama entre lo biográfico y la novela.
Éstas cintas eran La Ley del Deseo, donde Eusebio Poncela encarnó a un director homosexual llamado Pablo, y La Mala Educación, con Fele Martínez como un cineasta gay que se reencuentra con quien habría sido su primer amor en sus oscuros días de escuela. A ellas ahora se suma, como una especie de cierre de trilogía, Dolor y Gloria.
En su relato, que alterna flashbacks a la infancia del protagonista con su vida actual, se conoce a Salvador Mallo (Antonio Banderas), un reconocido realizador español que ha dejado los rodajes y vive casi recluido en su departamento madrileño, luchando contra sus dolores físicos y emocionales, hasta que una llamada de la Cineteca lo encamina a uno de sus reencuentros con el pasado.
La próxima exhibición de una de sus primeras películas, Sabor, lo lleva a visitar al protagonista de la misma, Alberto Crespo (Asier Etxeandia), con quien no se habla hace más de 30 años. De manera paralela, también se conoce a un Salvador de niño, cuando junto a su madre, Jacinta (Penélope Cruz), llegan a vivir al poblado de Paterna.
Estilo y actuación
Así se van alternando los encuentros, desencuentros y reencuentros de Mallo, donde son claves la figura de su madre -quien en la vejez es interpretada por Julieta Serrano-, como también la de su gran amor del pasado, Federico (Leonardo Sbaraglia), junto a quien disfrutó de la libertad de los 80, pero también enfrentó una triste separación a causa de la adicción.
Una cinta donde además el público se reúne con el particular estilo visual de Almodóvar, donde es clave el departamento donde vive su protagonista, en medio de obras de arte y una colorida decoración –que son parte del decorado de la verdadera casa del realizador-; como también la importancia de la figura femenina, desde su madre hasta su asistente, Mercedes (Nora Nava).
Sin olvidar el melodrama, que acá se cuela sutilmente por los rincones de la película, y la actuación que despliega Antonio Banderas, donde de manera casi artesanal va dibujando un eficaz y mesurado alter ego del cineasta manchego.
DIRECCIÓN: Pedro Almodóvar
PROTAGONISTAS: Penélope Cruz, Antonio Banderas, Leonardo Sbaraglia, Asier Etxeandia, Nora Nava
GÉNERO: Drama
CALIFICACIÓN: Para mayores de 14 años
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