En esto de reciclar sistemáticamente títulos propios que redituaron hace ya buenas décadas, animados o de los otros, Disney no ha reparado en gastos ni en parafernalia. En esta ocasión, le tocó a Mary Poppins, la “nana” con dones mágicos y talentos vocales que en 1964 encarnara Julie Andrews. El regreso de Mary Poppins la pone ahora bajo la piel de la siempre carismática Emily Blunt, bajo la dirección de Rob Marshall, el mismo de la Chicago. Y mejor decirlo que no decirlo: Blunt es lo mejor de esta película que, siendo también un musical, no es un remake, sino, como dice el título, un regreso.
Décadas después de la historia original, los hermanos Michael y Jane Banks (Ben Whishaw y Emliy Mortimer) tratan de impedir que un banco local les embargue la casa en la que se criaron y donde ahora viven también los tres pequeños hijos de Michael, quien enviudó tempranamente. En esta tarea, como adivinará el lector, cooperará la mencionada Mary Poppins, a su vez asistida por Jack, el farolero/deshollinador que alguna vez representó Dick van Dyke (homenajeado con un pequeño rol) y que hoy es encarnado por el célebre compositor Lin-Manuel Miranda. Los valores de producción están a pedir de boca y el reparto va de Colin Firth a Angela Lansbury en una cinta que, sin embargo, solo ocasionalmente despliega virtudes escénicas y coreográficas dignas de mención. Aunque, como se decía por ahí, de funcionar, funciona.
DIRECCIÓN: Rob Marshall
PROTAGONISTAS: Emily Mortimer, Ben Whishaw, Lin-Manuel Miranda
GÉNERO: Musical/Familiar