Dentro del mundo de las películas animadas, los últimos años se han visto saturados por cintas realizadas en animación digital, donde se destacan estudios como Pixar (Valiente) Disney (Frozen), Blue Sky (Río) DreamWorks (Cómo Entrenar a tu dragón) e Illumination Entertainment (Mi villano favorito). Pero también han logrado hacerse de un lugar largometrajes hechos en una técnica más compleja y de lenta factura: el stop motion, donde se aparenta el movimiento de figuras estáticas, a través de la filmación cuadro a cuadro. Un tipo de realización donde por muchos años los británicos Aardman (Pollitos en fuga, ¡Piratas! una loca aventura) fueron los líderes, pero que ahora tiene en los estudios Laika uno de sus últimos y buenos ejemplos.
Es el mismo equipo que ya dio vida a las películas Coraline (2009) y ParaNorman (2012), y que ahora retorna a las pantallas nacionales con Los Boxtrolls, siguiendo con la extraña combinación de la que ya hicieron gala en sus cintas anteriores: relatos para un público infantil con grandes dosis de terror y citas paranormales. En este caso, a través de la historia de un muchacho llamado Huevo.
El es un niño de singular nombre que fue criado por los Boxtrolls, seres que habitan los túneles subterráneos bajo Quesavilla, un poblado inglés que acoge a pomposos hombres y mujeres que han hecho del queso y su gusto por él, el centro de sus vidas. Pero hay algo más que ocupa sus pensamientos: los mencionados trolls subterráneos que años atrás raptaron a uno de los bebés del lugar y que hoy continúan al acecho. La realidad sobre estas criaturas, que se visten con cajas y viven de la basura humana, es diferente, y Huevo y su nueva amiga Winnie tratarán de ayudarlos, evitando de paso su exterminio por parte del malvado Archibaldo.
Título original: The Boxtrolls
Dirección: Graham Annable, Anthony Stacchi
Calificación: Para todo espectador mayor de siete años