Por Andrea Pérez M.
Nada menos que cinco años pasó la realizadora Maite Alberdi registrando los encuentros mensuales de un grupo de amigas, quienes, desde hace 60 años, realizan esta rutina de reunirse a la hora del té. Es de esas grabaciones que quedó como resultado La once, documental de poco más de una hora y que se estrenó la semana pasada en varios cines del país. Hoy puede verla en la Cineteca Nacional, justo a la hora del té y con la misma directora respondiendo preguntas del público.
Quizás su premisa no le resulte muy atractiva a primera vista, pero justamente el filme sorprende por su capacidad de emocionar y causar interés en las múltiples conversaciones que nacen entre estas amigas, que van desde definir qué es el “perreo” -el característico baile reggeatonero-, hasta cómo enfrenta cada una las enfermedades que comienzan a aflorar con la edad.
Alabada unánimemente por la crítica y premiada en importantes festivales, como el mexicano Festival de Cine de Guadalajara y el chileno Sanfic, La once no es sólo un retrato simpático y entretenido de este grupo de amigas, sino que, gracias al detalle en que se exhiben las conversaciones, termina arrojando más sentidos: como cierto conservadurismo generacional ante temas como la sexualidad y la inmigración. Pero claro, es también un retrato sobre la amistad y cómo ésta puede resistir el paso del tiempo, incluyendo la muerte.
No se la pierda, pero no vaya con el estómago vacío, porque si no sufrirá. Como las conversaciones son a la hora de once, la comida no queda fuera del documental. En cuidados planos en detalle verá las preparaciones de tentadores tortas, kuchenes, pastelitos, tapaditos, jugos y la infaltable taza de té.