Por El Salidor
Basta que haya un partido de cierta importancia para que bares o restaurantes se transformen. Para que sitios medianamente equipados lo sintonicen, y simpatizantes -y no tanto- se hechicen frente a la pantalla, mirando apenas de reojo lo que se llevan a la boca. Lo vi el otro día en el Mr. Jack de Av. El Bosque, cuando entré a ver la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Sevilla
Ese partido me interesaba sólo moderadamente y quizás por eso no me importó estar en un local que, contrario a lo que pueda parecer, no está diseñado para ver deportes. Y está bien: no son su vocación (sí sus hamburguesas). Que un boliche no sea ciento por ciento deportivo se nota en cosas como no poder escuchar el audio del partido, imperdonable para un fanático que valora el sonido ambiente, los comentarios y el relato. También se nota en la poca relevancia que le dan a la carta de cervezas , que, vaya a saber uno por qué, tan bien combinan con ver deportes en una pantalla. No basta con tener un par de marcas: debe haber variedad y, algo clave, cerveza de barril, superior a la embotellada porque generalmente es más fresca, mejor gasificada y, más sabrosa, si no está pasteurizada (y díganme si no hay algo bello y festivo en una jarra que deja ver el líquido dorado burbujeante y la espuma).
En Santiago hay uno que otro bar deportivo de tomo y lomo. Conocido es el Sport Café (en Escuela Militar), con sus casi 30 televisores repartidos por su laberíntica arquitectura. Algunos rincones tienen prácticamente una pantalla propia, un lujo cuando se va en grupo. Hay también una digna barra, fundamental para cuando se va solo. Ahí uno queda con una TV justo en frente, un detalle obvio, pero que a muchos bares se les pasa.
Otro deportivo es el California Cantina (en Orrego Luco, Providencia). No es raro: los gringos son reyes en eso de alcoholizarse mientras otros hacen deporte. Su barra tiene varios televisores y hay hasta ocho tipos de cerveza de barril. Eso sí, para eventos grandes, tipo Super Bowl, hay que asumir que el alboroto es similar al de una fiesta de fraternidad. Para la Champions (mañana sábado) debiese ser más tranquilo. Aunque como el soccer está de moda, nunca se sabe.
¿Garantizan siempre una buena experiencia los bares de deporte? No. Existe también la mala suerte de “se me sentó justo al lado alguien escandaloso y, para peor, del otro equipo”. A veces la no planificación es lo que recompensa. Una vez se me ocurrió ir al bar del Sheraton a ver si daban un partido y tuve suerte: lo vi prácticamente solo y frente a una pantalla gigantesca. Cosas del fútbol.