Las mejores picadas para comer en la carretera

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Las mejores picadas para comer en la carretera

Desde picadas hasta restaurantes de mantel largo -con cava de vino francés incluido- se puede encontrar hoy en la Ruta 5. Hace 30 años, la oferta era menor; luego, llegaron los servicentros y sus snacks. Pero hoy la variedad es tan amplia, que amerita parar por el mejor pastel de choclo, por un exquisito foie gras o una plateada que cala hondo de lo sabrosa. Estos son los locales imperdibles de la zona norte, centro y sur de la carretera.

No se trata ya de comedores de lugareños que ofrecen un menú de su cocina, ni tampoco de lugares con comida al paso. Los restaurantes de carreteras hoy son de buena factura y una inmejorable oportunidad de probar comida casera, regional, rica y abundante. Incluso, hay algunas tan buenas, que varios comensales vuelven durante el año como paseo por el día.

Acá, una selección de los mejores restaurantes de la Ruta 5 y de la 68, que sirven para acortar el camino. No se trata sólo de picadas, sino también de algunos restaurantes de mantel largo.

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HACIA EL NORTE 
En el km 260 de la Panamericana Norte hay una clásica picada que debe llevar cerca de 40 años en ese punto de la carretera: la Hacienda Huentelauquén, la misma que Francisco “Chaleco” López visitó en 2013 después de ganar la penúltima etapa del Dakar, sólo para ir a probar una de sus empanadas fritas ($ 950).

Hay de queso mantecoso, porque este ingrediente viene precisamente de ese lugar, de una hacienda familiar que se dedica al queso. El lugar tiene pequeñas mesitas si quiere hacer un alto; de lo contrario, se las dan en un cambucho de papel para ir degustándolas en el auto. Tenga cuidado de no quemarse, porque el queso -que sale a raudales- viene casi hirviendo. Acompáñelas de un jugo de papaya ($ 800). Si quiere ir abastecido de queso hasta su destino, lleve el del lugar ($ 7.490 el kilo).

Un poco más al sur, en el km 197, hay un restaurante famoso por los pescados y mariscos de la zona. Los reciben frescos, todos los días, en la IV Región. La comida de El Volante es abundante y rica, promete dejarlo listo para seguir conduciendo varios kilómetros más.

Pruebe su paila marina, que trae un buen pedazo de congrio, acompañado de lapas, jaiba, locos, piures y choritos ($ 6.000). Si no, pregunte por los caldillos del día, porque si tiene suerte, le puede tocar uno de vieja, ese pescado de roca de carne blanca y un poquito más grasosa, ideal para estas preparaciones. Si no quiere quedar tan satisfecho para que no le dé sueño conduciendo, opte por una sopa de machas, que tiene realmente sabor al producto y no está solapado por la crema o la mantequilla.
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RUMBO AL SUR POR LA RUTA 5 
Si la meta es el sur de Chile y parte cerca del mediodía, a la altura del km 43,5 el hambre cundirá entre los pasajeros. Pase por El Rey del Pastel de Choclo, en Paine (RM). La historia del local, eso sí, no es de un rey, sino de una reina, Miriam Romo, heredera de esta picada que lleva en pie más de 100 años.

Al entrar se encontrará con manteles de tela brillante y fotos de rostros de televisión colgados de sus murallas. Todos asiduos a los manjares que salen de su cocina, en especial uno: el pastel de choclo. Dorado, crocante, de buen pino, con la cantidad justa de azúcar y bien generoso, de los mejores que se tenga registro, cuesta $ 5.900 y son cerca de 250 los que salen al día.

Por supuesto que ofrecen también humitas, elaboradas con el choclo de la zona, la medida justa de albahaca, sin tanto dulzor, cremosas y de muy buen porte ($ 1.500). Si anda en busca de algo más contundente, prefiera la cazuela de vacuno ($ 4.000), que es abundante. Tamaño picada. De postre, no puede dejar pasar el fresco mote con huesillos, que acá lo dan con harto jugo y que está hecho en el día. Se nota la frescura.

Si va en camino y ya tiene en mente un pastel de choclo, llame para que se lo tengan preparado a su medida: puede ser sin azúcar y sin pollo. Tome nota, que este será el último año para probarlo: a mediados de 2015 está estipulado el ensanche de la carretera en ese sector y será el momento en que termine el reinado de este monarca. Dicen que abrirán un nuevo local, pero no tienen claro dónde. Eso sí, ya no a un costado de la carretera.

Si sigue por la ruta hacia el sur, en el km 109 hay un rincón de comida más al paso, Al Galope, cuya especialidad es la cocina chilena; es decir, los platos suculentos. Imperdible es el costillar de chancho con agregado, que puede ser papas fritas, puré picante o ensalada ($ 7.290).

La gracia es que se hace en horno de barro, bien lento, para dejarlo crocante por fuera y jugoso por dentro. Pruebe los jugos naturales, de pura fruta, sin azúcar añadida ($ 2.400), y de postre una leche asada ($ 2.590). Elija adentro o terraza, la que es muy agradable, porque corre viento. Además, el lugar es cómodo para estacionar, porque hay suficiente sombra.

Si lo que se le antoja es comer pescado, unos pocos metros más allá, en el km 110, ponga atención donde diga “Salida a Rosario”: ahí debe tomar la caletera y devolverse un par de metros. Verá varios letreros que avisan, a la distancia, el restaurante El Encuentro. Se trata de una casona de adobe, fresca, con muebles de mimbre, estacionamiento sombreado y una terraza con una pileta donde nadan peces de colores.

Su especialidad son los pescados y mariscos, como el chupe de locos ($ 12.500) o un plato generoso de lenguado con salsa de camarones y papas hilo ($ 13.500). Si guarda este dato para las vacaciones de invierno, se encontrará con una chimenea prendida que puede disfrutar en cómodos sillones de cuero. En estas fechas, la terraza tiene buena sombra y es ideal para una pausa. Si no va conduciendo, no se pierda el daiquiri, que lo hacen con frutas de la estación ($ 4.500).
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DE REGRESO A SANTIAGO
En dirección contraria a los lugares mencionados y partiendo desde Talca rumbo a la capital, hay varios espacios más con buena gastronomía.

El primer hito está en el km 190. Ahí un cartel le avisará el desvío “a Romeral”. Cinco kilómetros más adentro, yendo hacia la cordillera, está este lindo pueblo, donde está enclavado un restaurante difícil de olvidar por sus plateadas. Se trata de Colo Colo, que existe desde 1970 y que en 2012, el Círculo de Cronistas Gastronómicos lo distinguió por tener la mejor plateada del país.
COLO COLO
Es cosa de sentarse y probar: la carne es jugosa y tan blanda, que su consistencia resulta casi cremosa ($ 4.000). Se logra dorándola lentamente en el horno. Se suele acompañar por sus inmejorables papas fritas caseras, de corte normal y de una crocancia que deja claro que están recién hechas. Eso, o el puré cremoso que hace la señora Raquel.

En este local la gente suele pedir la plateada de $ 8.000, que es para dos y hasta tres personas. Viene en fuente de greda y con todo el jugo de la carne, listo para untar el pan amasado que ahí se sirve.

La puede probar sentado bajo la sombra de un parrón en una terraza fresca. ¿La guinda de la torta en esta época? La sandía, de un color rojo intenso y muy dulce.

Si es un fanático de los sánguches, esos abundantes y hechos con buena charcutería, no puede obviar el Soler, el clásico restaurante que está casi en la entrada de Curicó, en el km 189. Ahí, deléitese con el lomo ($ 3.700) en pan frica y con agregados que se pagan aparte: tomates, palta y mayonesa (entre $ 400 y $ 1.000).

Lo que tiene que saber es que detrás de este local hay una familia -los Soler- que se dedica desde 1940 a procesar el chancho y ofrecer los mejores cortes. De hecho, dentro del mismo restaurante se pueden comprar longanizas, embutidos y distintos tipos de jamón. Acá el público es mayoritariamente joven. Eso no quita que pueda ir en familia si lo suyo son los sándwiches.

Si prefiere un ambiente más relajado y familiar vaya al Mesón de Quilvo, un restaurante familiar ubicado en el km 179 y dentro de la Agrícola Santa Aurora. Siéntese en la terraza con vista al campo a disfrutar de las pastas hechas en el lugar, como los sorrentinos, de forma circular, que aquí se rellenan con espinaca y setas ($ 7.000). Pastas hay siempre, pero fíjese en la pizarra que está al entrar: ahí ofrecen otras especialidades, que van desde el rabo de toro, que se desmenuza solo ($ 13.000), hasta platos peruanos como ají de gallina ($ 15.000), acompañado con ñoquis.
MESON DE
Si quiere quedarse un tiempo más, puede dar un paseo de 45 minutos por los alrededores del restaurante, donde hay viñedos y cerezos, la principal producción de la agrícola. También verá a su paso una laguna con gansos, vitales para mantener el equilibrio del ecosistema en este tipo de cultivos orgánicos.

Al lado, sin avanzar mucho más, está el Juan y Medio, un imperdible si le gusta la cocina chilena. Los protagonistas aquí son las humitas, la palta reina, el pastel de choclo, la plateada y los porotos granados con pilco, los que le costará olvidar. Blanditos, de caldo sabroso y con una buena cantidad de choclo cuestan $ 4.300. Las humitas se sirven de buen porte y acompañadas de una ensalada chilena de tomates de la zona ($ 4.200). Eso hace que tengan un olor que pocas veces se encuentra en la ciudad.

Algo notable: mientras llegan los platos, le sirven un pan amasado de gran formato, humeante y de buena crocancia. Ideal para untarle mantequilla y pebre en el minuto. Tenga paciencia, que siempre está lleno, pero lo atenderán bien.
¿Un francés en la carretera? Entre Ríos era un restaurante típico de ruta, que pasó tiempo abandonado. Eso hasta que lo tomó la familia Masenez, franceses de tomo y lomo. Ellos se dedicaban a hacer vinos y licores en tierras galas y a este lugar llegaron a ofrecer elaboraciones propias.
juan y medio
Este punto culinario es de mantel largo. Extraño en una carretera, pero muy concurrido. No sólo ofrecen platos como el “boeuf bourguignon” (carne sabrosa y suave, tras ser cocinada por horas al vino, $ 10.000) o confit de pato ($ 14.000), sino que además ahí puede hacer una detención para relajarse con sólo escuchar a quien toca el piano en el bar. Los que no vayan conduciendo, pueden incluso preguntar por una degustación de vinos franceses en la sala de catas.
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POR LA RUTA 68
Resulta difícil elegir entre la gran cantidad de opciones que puede encontrar camino a la V Región. Como pasa por Curacaví, es inevitable pensar en los pasteles chilenos. Los de los Dulces Issa están en el km 40,5 y son hechos con recetas de la época de La Colonia; es decir, con recetas como el huevo mol (esa pasta hecha con yemas de huevo) dentro de una tacita de crocante hojarasca y con una abundante porción de merengue ($ 900). No deje de probar los alfajores con manjar blanco.

Si lo que quiere es pasar a almorzar a un clásico de la cocina chilena, desvíese al Restaurante y Dulces Millahue, en el km 35, donde puede hacer una parada para probar su especialidad: las empanadas de pino, hechas con masa dorada y cachitos crocantes ($ 1.200) o la cazuela de vacuno ($ 5.500), que ahí sirven bien generosa. Si prefiere un plato de temporada, opte por el pastel de choclo ($ 5.500).
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