—¿A qué local vas acá apenas llegas?
“Al Thelonius (Bombero Núñez 336). Además de gustarme mucho la onda de este club de jazz, con sus paredes rojas y las vigas a la vista, tiene algo que ninguno más en el mundo: que el bartender no hace funcionar la juguera para preparar cocteles mientras está tocando el artista. Además, me encantan los piscos sour que hacen”.
—¿Dónde vas a comer esos platos que echas de menos?
“A La Virgen del cerro San Cristóbal voy a tomarme un mote con huesillos. Cuando era chica, mi mamá me llevaba para allá. También voy al Galindo (Dardignac 098) a comerme un congrio frito o unos porotos con mazamorra. Es buena la comida chilena que hacen ahí”.
—¿A qué jazzista neoyorquino hay que oír?
“A Linda May Han Oh. Su último trabajo, Walk against the wind, está muy lindo. Con el proyecto Artemis, tocamos juntas en la Filarmónica de París, entre otros lugares en Europa. También me gusta mucho Cécile McLorin Salvant; su último disco Dreams and Daggers lo grabó en el club de jazz The Village Vanguard”.
—El mejor club de jazz allá está en…
“…Harlem, donde vivo. Se llama Smalls; está en un subterráneo y es bien chiquitito. Ahí se arman todas las noches unas jam sessions increíbles. Se llena”.
—¿Dónde ir a comer en Manhattan?
“Al Galanda, en el West Village. Es un restaurante con muy buena comida thai y mucha onda. Vamos siempre con mis amigos, porque cerca hay varios clubes de jazz para pasarse después”.