—Un bar de Buenos Aires que hay que visitar sí o sí.
Me gusta mucho Florería Atlántico (Arroyo 872, Buenos Aires). Ahí toca música un amigo y hacen unos negronis buenísimos. Parece que estoy viejo, porque ahora estoy fanático de ese cóctel, que es medio amargo y antiguo.
—¿Y un restaurante de allá?
El Burladero, un español con tapas y cosas ricas varias (Pte. J. E. Uriburu 1488, Buenos Aires). Lo que más me gusta de ese local es el pulpo en su tinta, blando y muy sabroso.
—Restaurante favorito cuando vienes a Santiago.
Me dejo llevar por Montt, porque una de sus especialidades es comer rico. Lo sigo por igual a una picada o a un restaurante caro, como Osaka. Pero lo que más me gusta es ir a comer un gran lomito-palta-mayonesa a la Fuente Alemana (Alameda 58). Después de ese sándwich, ves las estrellas.
—¿Algún rincón de Vermont, donde vives hace un par de años, que quieras recomendar?
Vivo en un pueblito que se llama Norwich y que por cierto es muy recomendable, pero cerca de ahí está la Universidad de Dartmouth que es preciosa. En la biblioteca está el mural del mexicano José Clemente Orozco llamado The Epic of American Civilization, frente al que hay que detenerse varios minutos y observar en silencio.
—El libro de historietas que hay que leer este año.
Me encantó la novela gráfica de Maliki, Ídolo. Es un trabajo inteligente y divertido, y ella es una de las cabezas de un movimiento femenino muy interesante en Chile, en que también hay nombres como Sol Díaz y Paloma Valdivia.
—¿Algún otro ilustrador al que prestarle atención?
A la colombiana Power Paola, autora del libro Virus Tropical que acaba de convertirse en una película de animación. Estoy seguro de que ese filme va a hacer mucho ruido.
—Una web o librería ideal para los fanáticos del cómic.
La Catalonia (Las Urbinas 17). Es un lugar al que le tengo gran aprecio, porque la primera vez que vine, hace como siete años, estuve ahí más de siete horas firmando libros. No lo podía creer.