Por Marcelo Morales C.
Era el sueño que tenía Violeta Parra: que todo Chile pudiera ver su obra. Un anhelo que tomó varios años para poder concretarse, pero que desde esta semana se hizo realidad. El Museo Violeta Parra abrió sus puertas en Av. Vicuña Mackenna, a pasos de la Plaza Italia, en un llamativo edificio curvo de 1.300 m2, que reúne parte de la extensa obra de la autora de Gracias a la vida. Una que lo sorprenderá, porque le servirá para descubrir una sensibilidad artística que desbordó lo musical. Aproveche de ir pronto, que hasta el 31 de diciembre (se extendió hasta el 29 de febrero) la entrada será liberada.
¿Con qué se encontrará ahí? El inicio del recorrido es por una rampa que lo llevará a un segundo piso, a través de pilares donde, uno a uno, se plasman los versos de Defensa de Violeta Parra, escritos por su hermano Nicanor. Al final, se topará con una sala interactiva reservada para futuros talleres, y que con viejos objetos da pistas de los múltiples intereses de la artista. Apreciará, por ejemplo, una radio de los años 50, en donde si presiona sus botones, sonarán canciones que Violeta oía en aquella época, como también otras de su autoría. Saliendo de ahí se topará con una sala audiovisual, donde se proyecta un corto documental que ahonda en la vida de la artista.
Con toda esa introducción, ya podrá ingresar a la sala siguiente, llamada A lo Humano, y comenzar a apreciar los 23 óleos, arpilleras y obras en papel maché que por ahora exhibe el museo. Lo sorprenderán las coloridas arpilleras, donde retrata cantores y parejas bailando cueca, los que adornaba con objetos como dibujos de cántaros de Quinchamalí. Estas son las mismas obras que expuso en 1964 en el Louvre de París, para el que bordó un afiche que aquí verá expuesto. También están su guitarrón, fotos y algunas cartas escritas de su puño y letra.
Finalmente, descendiendo las escaleras adjuntas, ubicará la última sala bautizada A lo Divino. Son obras que versan justamente sobre temáticas espirituales, con sobre aspectos de la religiosidad popular, como óleos repletos de rostros fantasmagóricos donde retrató el “velorio del angelito”, recordado rito campesino. Un lugar especial está reservada a la amplia arpillera Contra la guerra (1963), bordada en tela de yute y que por primera vez se exhibe tras un cuidado proceso de restauración. Ahí se retrata a sí misma con hilos violetas junto a tres amigas, todas con flores que brotan de sus cabezas. Una obra conmovedora, que cierra este imperdible viaje por el genio de Violeta Parra.
* De martes a domingo.