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Siete playas ideales para ir con niños

Hay lugares donde el mar no tiene corrientes ni olas, algo que los hace adecuados para que los niños jueguen con más tranquilidad en el agua. No abundan las playas calmas en Chile, pero Finde seleccionó las que ofrecen mejores condiciones para toda la familia, desde Juan López, en el norte, hasta Anakena, en Rapa […]

Hay lugares donde el mar no tiene corrientes ni olas, algo que los hace adecuados para que los niños jueguen con más tranquilidad en el agua. No abundan las playas calmas en Chile, pero Finde seleccionó las que ofrecen mejores condiciones para toda la familia, desde Juan López, en el norte, hasta Anakena, en Rapa Nui.  

 

A la familia completa le hace ilusión ir rumbo a la playa en verano. Pero para los padres hay un dejo de preocupación: que la elegida sea mansa para que los pequeños puedan bañarse sin el riesgo de ser botados por las olas. Por algo, la mayoría tiene una bandera roja enclavada en la arena gran parte del año.
“Además de fijarse en el color de ésta, lo que debiera hacer cada familia al llegar a un lugar es preguntarle al salvavidas si hay corrientes y hoyos que no se noten en la entrada al mar”, explica Rodrigo Neira, entrenador hace más de una década en la Escuela Nacional de Salvavidas. Conoce los 4.000 kilómetros de costa por experiencia propia y la de sus colegas, y se atreve a recomendar algunos puntos: El Laucho, en Arica; Juan López, en Antofagasta, y Anakena, en Isla de Pascua. En la zona central, sugiere cuatro: El Canelillo, Los Molles, Zapallar y Playa Blanca.
El calor y la calma del norte
Ir a Arica para un santiaguino toma más de un día por tierra y casi tres horas en avión (aún quedan pasajes para ese destino en Lan, por menos de $ 80.000 para fines de febrero o comienzos de marzo). Pero vale la pena el esfuerzo de cualquiera de los dos tipos si lo que quiere es estar tranquilo con niños al borde del mar. No sólo porque el oleaje llega suavemente a sus bahías, sino porque el promedio del agua fluctúa entre los 20ºC y 21ºC.
Son varias las playas aptas para nadar ahí, pero hay una que destaca, porque no se llena tanto como La Lisera. Se llama El Laucho y está en el sector sur de la ciudad, más allá del Morro. Es una bahía pequeña, a la que llega el mar suavemente y donde los más chicos pueden nadar en la orilla y los más grandes, bracear hasta las boyas mar adentro.

Como ahí el sol casi no falla, no olvide arrendar un quitasol: cuestan $ 1.000 por medio día y el doble por el completo. Si va a estar yendo seguido, lleve el propio y más de uno. Le servirá para darle sombra a los niños mientras juegan.

Si la natación da algo de hambre, en la playa venden fruta de la estación, de esa que abunda allá: mangos, melones y frutillas -un poco más chicas que las de la zona central- son las favoritas ( $ 1.000 el pote).
¿Otra virtud de este lugar? Ni esta ni en todas las playas ariqueñas se cobra por estacionar. Un gasto menos para el bolsillo.

En Antofagasta hay una playa que se escucha poco, pero que es ideal para la familia. Se trata de Juan López, 38 km al norte de la capital de la II Región, y es una de las playas más requeridas de la ciudad. ¿Cómo describirla? Está en algo así como un brazo de tierra que se extiende hacia el mar y la pone de frente al continente. Eso permite ver el sol salir desde el mar y observar cómo se esconde desde Cerro Moreno, a espaldas del balneario.
Vaya por la Ruta 1 y haga una parada en el monumento natural La Portada, porque justo ahí queda el desvío en dirección a Juan López. Cuando llegue, verá la enorme bahía que, si bien es de arena gris y agua más azul que calipso, tiene una playa calma y de poca profundidad, resguardada de los fuertes vientos de la zona. Eso, además de una vista panorámica a la “Perla del Norte”.
El entorno de este balneario sale de lo común, con un marcado estilo colonial de sus casas y varias de ellas con techo semiplano, que mantienen rasgos de la época del mismo Juan López, conocido como el “Chango”, minero y primer habitante chileno de la ciudad -que en esa época era parte de Bolivia- a mediados del siglo XIX.
Como tanto ejercicio en el agua les abrirá el apetito a sus niños, ojo con las empanadas de ostiones de la zona que venden en la playa.
Ya más al sur, en plena IV Región, hay una joya para los que van en familia: Playa Blanca, justo entre Tongoy y Guanaqueros. Es uno de los mejores destinos veraniegos, porque ahí los días de sol son la norma y la arena es blanca y limpia. Aunque el mar no es tan tibio, lo que se agradece de este sector es que se puede nadar por metros sin que aparezcan olas ni se entumezcan las piernas. Para recuperar fuerzas, en la zona norte de la playa hay una cafetería en que el hit del verano son los jugos naturales. Hay de arándanos, sandía y mango ($ 1.500 y $ 2.000 si mezcla dos sabores).

“Esta bahía es un acuario natural”, destaca entusiasmado Mauricio Grecco, quien tiene una escuela de buceo en el lugar. Si quiere probar con sus niños, para los mayores de 10 años hay bautizos, que es un buceo de 30 minutos a menos de seis metros de profundidad y con la supervisión directa de un instructor ($ 45.000). Si son más chicos, desde los cuatro años, también pueden sumergirse, pero tomados de los brazos por un monitor ($ 40.000).

Debe saber que estacionar para ir a esta playa cuesta $ 15.000, un precio que fijaron los dueños del sitio desde donde se accede al balneario.
Si no le basta con un paseo por el día, hay sitios para acampar y arrendar cabañas en el Camping Resort Playa Blanca. Los sitios cuestan $ 60.000 y tienen baño privado y agua caliente. Las cabañas, por su parte, para seis personas, llegan a los $ 130.000 por día.

 

En aguas de la “quinta”
En el km 187 de la Ruta 5 Norte, casi en el límite de las regiones V y IV, hay un destino que cada verano se copa de familias. Tiene fama de tranquilo, sin olas y con agua tibia para los parámetros chilenos. En Los Molles la arena es fina y de color café claro, una que los niños gozan convirtiendo en castillos. A la hora de nadar, hay espacio para todos: en verano llega mucha gente, pero la mayoría se ubica en los primeros 500 m de playa; siempre hay otros 500 m disponibles, donde además hay escuelas de surf y de buceo. Si al salir del mar los más chicos se desorientan y se pierden en medio del gentío, el salvavidas del lugar ya sabe qué hacer: tomar de la mano al pequeño y tocar su pito insistentemente hasta que los papás se den cuenta.
En esta playa también se pueden arrendar kayaks para dar una vuelta de media hora y mirar la playa desde el mar. Infaltables para mermar el hambre de media mañana son los chocoflí, cuchuflís artesanales bañados en chocolate semiamargo que se venden a lo largo de la playa ($ 500).
Hay baños y camarines con ducha ($ 400 p/p) casi nuevos; debutaron en 2013.
Más al sur, en el km 169 está el exclusivo balneario de Zapallar, una “taza de leche” al lado de todos los otros de la zona, como Cachagua y Maitencillo. Esta pequeña herradura es apropiada para que los niños corran por la orilla y jueguen tranquilos armando moldes de arena cerca del mar. Además, cuenta con varias comodidades para la familia: una bajada especial a la playa para coches de guaguas, sombrillas para arrendar ($ 3.000 todo el día) y, así, no tener que cargar los propios, varios salvavidas, un quiosco que vende baldes y palas por si los olvidó, y un puesto móvil que tiene de todo, incluidas las clásicas palmeras ($ 500), barquillos ($ 300) y hasta fruta ($ 1.000). Lo reconocerá porque está cerca del estacionamiento, que acá cuesta $ 1.000 la hora.

Todas esas comodidades, sin contar el clásico restaurante César, donde por este período es agradable sentarse en la terraza. Ahí los adultos pueden disfrutar desde un pisco sour peruano hasta un Aperol Spritz ($ 4.500). Para los niños, hay jugos de pulpa de fruta y algo irresistible: hamburguesas con papas fritas ($ 3.400). Lo mejor de instalarse a almorzar en este local, es que mientras los grandes están en el aperitivo, los más chicos pueden bajar un peldaño y ya están sobre la arena, donde pueden jugar mientras llegan los platos.
Si anda con niños más grandes, dése una vuelta por el muelle de Zapallar, porque ahí arriendan kayacs para dar vuelta a la bahía: uno simple, cuesta $ 3.000 y uno doble $ 6.000 por 45 min. También hay stand up paddle ($ 5.000).

Las del litoral central
Al Canelillo -a tres kilómetros del centro de Algarrobo- los santiaguinos empezaron a llegar en la década del 40. Habían descubierto sus calmas aguas de color turquesa y ahí edificaron su segunda vivienda. Luego, en los 70, otro grupo de capitalinos empezó a acampar en el bosque que está en lo alto. Sin embargo, en 2000, ese espacio fue declarado Zona Típica y esa práctica se acabó. Pese a ello, esta playa es donde todavía se graban comerciales por su semejanza con las quietas aguas caribeñas, y donde sigue llegando un grupo importante de veraneantes.
Aunque puede que no le resulte cómodo lo llena que está en estas fechas, es de las playas más adecuadas para ir con niños, porque los pequeños pueden nadar con alitas por la orilla (el mar es más tibio que lo normal) o ir a buscar, solos, agua con su balde. Lo recomendable es llegar ahí un día de semana y ojalá antes de las 3 PM. El auto puede dejarlo en el estacionamiento que está en Av. El Canelo, por $ 400 cada media hora.
El resto de la familia también pasará un buen rato acá, porque ahí mismo se arriendan kayaks por media hora ($ 4.000, para dos personas) y hay un banano inflable que una lancha arrastra por la misma bahía ($ 2.000 la vuelta, para mayores de 10). Por el bosque funciona un canopy que, por $ 5.000, le permitirá volar a través de 320 m sujeto a un arnés y colgado de un cable (mayores de cinco años).
Si quiere cambiarles de ropa, no hay problema: El Canelillo cuenta con camarines ($ 200 p/p) y en abril estrenará baños. Por ahora, puede usar los de la vecina playa El Canelo, a unos 200 metros caminando ($ 400). ¿Algo para comer? En el quiosco que está justo al centro de El Canelillo hay plátanos, manzanas y duraznos para una colación sana ($ 200 c/u), pero también clásicos veraniegos, como los panes de huevo y las palmeritas, bien crujientes, fabricadas en la zona ($ 400 la unidad).

La joya de Rapa Nui
Tal vez echa de menos Anakena en el listado. Aunque no es ni cerca ni barato llegar a esta zona de la costa norte de Isla de Pascua, no cabe duda de que es perfecta para los pequeños. Aparte de su arena, que es entre blanca y rosada, el agua no baja de los 22 ºC en esta época, lo que permite pasar horas nadando.
Anakena está a 25 minutos de Hanga Roa, el pueblo donde se encuentran los hoteles y servicios de la isla, y la única manera de llegar hasta allá es en taxi (entre $ 13.000 y $ 15.000 por el viaje de ida, con regreso a buscarlo a la hora que usted indique) o en auto arrendado (por unos $ 40.000 diarios), que puede estacionar ahí mismo, sin costo.
A la entrada de la playa hay baños y camarines ($ 1.000 por persona, precio acorde al costo de la vida en Rapa Nui) y quioscos con comida y artesanía inaugurados hace un par de meses. Invite a sus niños a que prueben un jugo de piña o de mango ($ 3.500) con un trocito de poe (especie de queque, pero más húmedo) de plátano.

Para ver las direcciones, pinche aquí

 

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