42 días en la oscuridad: la primera serie chilena de Netflix apuesta por el suspenso anclado en la realidad
Gaspar Antillo y Claudia Huaiquimilla son los directores del espacio original que, tomando como inspiración el Caso Haeger, muestra cómo la desaparición de una dueña de casa altera las vidas de una familia y una comunidad.
Con México a la cabeza, seguido por Argentina y Colombia como sus productores, los títulos hechos en Latinoamérica ya se han hecho de un lugar en la oferta de Netflix. Algo a lo que Chile contribuye con 42 días en la oscuridad.
La primera serie original realizada en este rincón del planeta para la plataforma y que, como la transandina El reino o la azteca ¿Quién mató a Sara?, apuesta por un género que tiene seguidores en todo el mundo: el suspenso.
Para lo que toma sólo como inspiración, algo que se recalca al término de cada una de sus seis emisiones, el caso criminal que sacudió al sur del país en 2010, cuando la contadora Viviana Haeger desapareció sin dejar rastro.
Lo que llevó a sus vecinos de Puerto Varas y su familia a una incesante búsqueda que terminó más de un mes después, cuando su cadáver fue descubierto por su marido, Jaime Anguita, en el entretecho de su propia casa.
Muerte de la que pasó a ser el principal sospechoso el mismo Anguita, aunque tras un largo periodo de investigaciones, juicios y encarcelamientos, él fue absuelto y condenado un trabajador de su empresa: José Pérez Mancilla.
Un día normal se convierte en pesadilla
Un caso marcado por las sospechas y el errático accionar de la policía y la justicia, cuyos detalles investigativos recopiló el periodista Rodrigo Fluxá en su libro Usted sabe quién: notas sobre el homicidio de Viviana Haeger.
El mismo volumen que sirvió para conformar la espina dorsal de la correcta e inquietante realización de Gaspar Antillo y Claudia Huaiquimilla, que tiene como escenario una ciudad al lado de un lago, de la cual nunca se sabe el nombre.
En la que una mañana cualquiera Verónica Montes (Aline Küppenheim) les da el desayuno a sus dos hijas, para que después su marido, Mario Medina (Daniel Alcaíno), las lleve al colegio antes de ir a su trabajo.
Una jornada que no terminará bien, ya que Mario recibe una extraña llamada relacionada con su mujer, al mismo tiempo que su hija mayor, Karen (Julia Lübbert), no encuentra a su mamá en casa, pero sí su pieza desordenada.
Lo que lleva al esposo a buscar la ayuda de la policía por el posible secuestro de su esposa, con lo que se inicia una serie de indagatorias oficiales, mientras los vecinos y la familia de Verónica realizan su propia búsqueda.
La aparición en el lugar menos esperado
A lo que se suma Víctor Pizarro (Pablo Macaya), el deslucido abogado que se empecina con el caso y en compañía de sus colaboradores, Braulio (Néstor Cantillana) y Nora (Amparo Noguera), efectúa una investigación paralela.
El cual pronto se convierte en el representante de la familia Montes y lleva a Cecilia (Claudia Di Girolamo) y Berta (Gloria Münchmeyer), hermana y madre de Verónica, a presionar a la policía para saber lo que ocurrió.
Sin embargo, la verdad está lejos de revelarse y se complica aún más cuando el cadáver de la desaparecida aparece en su propia casa y las miradas apuntan a su marido, quien posee una inusual personalidad, como culpable.
Todo en medio de un relato pausado y oscuro -como las nubes con lluvia de su paisaje- que transita entre el suspenso policial y el drama familiar, cuya historia central se complementa con una subtrama sobre los problemas de Pizarro con su hijo.
La que se siente forzada ante el verdadero eje de 42 días en la oscuridad: un crimen con muchos cabos sueltos. Los que la serie está lejos de amarrar, pero revive de forma interesante para aquel espectador que gusta del misterio.
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