Akelarre: la premiada cinta española sobre brujería e ignorancia que llega a Netflix
La película de Pablo Agüero, ganadora de cinco Goyas, muestra la historia de seis jóvenes que son acusadas de ser brujas en el País Vasco de 1609.
El pasado domingo se realizó la ceremonia de los Goya, premios que destacan a lo mejor del cine español. Una cita que tuvo entre sus grandes ganadoras a Akelarre, la película de Pablo Agüero que coincidentemente debuta hoy por la plataforma de Netflix.
Una cinta que se llevó cinco de los nueve Goyas a los que optaba, entre ellos a los de Mejor Dirección Artística, Mejores Efectos Especiales y Mejor Música Original, al revivir con valentía un drama histórico que tiene como escenario el territorio vasco del siglo XVII.
Específicamente en 1609, cuando en el País Vasco, o Euskal Herria, en su idioma original, se vivió el punto más álgido de la serie de juicios que en la región se realizaron a mujeres acusadas de brujería, movimiento anti-hechicería que se había generado el siglo anterior.
Un oscuro pasaje marcado por la ignorancia y el machismo que revive bajo la dirección del argentino Agüero -quien además escribió el guión junto a Katell Guillou- y tiene su inicio cuando los hombres de uno de sus pueblos costeros se han hecho a la mar.
Y en tierra las mujeres se dedican a cuidar sus casas, entre las que se cuentan la joven Ana (Amaia Aberasturi), su hermana María (Yune Nogueiras) y sus amigas Olaia (Irati Saez de Urabain), Katalin (Garazi Urkola), Maider (Joner Laspiur) y Oneka (Lorea Ibarra).
Muchachas que en su tiempo libre recorren el bosque y gustan de bailar y cantar entre los árboles. Una actividad mal vista por algunos de sus coterráneos y que llega a oídos del juez Rostegui (Alex Brendemühl), quien recorre la región para eliminar a sus brujas.
Un valiente grupo de chicas
Amparados por acusaciones anónimas, el inquisidor, su secretario, un cirujano y un grupo de soldados toman presas a Ana, su hermana y sus amigas, acusándolas de brujería y encerrándolas en un pajar, para luego someterlas a pruebas físicas e interrogatorios.
Su meta es que las jóvenes confiesen todo lo que saben sobre el sabbat o aquelarre -del vasco akelarre o campo-, la ceremonia nocturna donde las hechiceras se reunirían para invocar al demonio, tras lo cual las podrá condenar a morir en la hoguera.
Una a una a las chicas las cuestionan y las obligan a firmar un documento donde aceptan ser brujas, y además el cirujano explora sus cuerpos en busca del lugar donde fueron marcadas por el demonio. Pero Ana se da cuenta que deben unirse para ganar tiempo.
La idea es demorar el proceso hasta la noche de luna llena, cuando los hombres del pueblo regresan desde alta mar. Para lo cual Ana decide “confesar” al juez lo que quiere escuchar: que ella es la única bruja, que hechizó a sus amigas y sabe realizar el sabbat.
De esta forma, Akelarre revive las sombras de un pasado marcado por una religión enceguecida, el patriarcado y la ignorancia, que en la realidad costó la vida de decenas de inocentes, pero que en la cinta un grupo de chicas encarado con valentía e inteligencia.
Todo en medio de la bella fotografía de Javier Agirre -que contrapone la luminosidad de las muchachas y su entorno con la oscuridad de sus captores- y el talento de sus noveles actrices, además de la solvencia del veterano Brühl como el conflictuado Rostegui.
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