Después de que La reina Cleopatra ofreciera su controvertida mirada a la faraona de Egipto, Alejandro Magno: la creación de un dios pone su foco en otra mítica figura histórica.
Lo que ocurre a poco menos de un año de la llegada a Netflix del espacio con la monarca egipcia, y la discusión sobre su color de piel, con otra mezcla de documental y drama.
Es decir, un docudrama que, bajo la dirección de Hugh Ballantyne y Mike Slee, pone su foco en Alejandro III de Macedonia, quien pasaría de exiliado a figura del dominio helénico.
Cuyas conquistas este documental revisita en base a relatos contemporáneos y datos arqueológicos, en especial los descubiertos por Calliope Limneos-Papakosta en Alejandría.
La misma ciudad que Alejandro fundó en el 331 a.C. después de conquistar Egipto y ser nombrado faraón, uno de los magnánimos títulos que obtuvo en su corta existencia.
La ascenso de Alejandro al poder
En un camino al poder que recrean los seis capítulos del espacio, donde Buck Braithwaite encarna al príncipe macedonio -su versión más rubia- en las dramatizaciones.
Aunque el inicio de la docuserie, con el oráculo dando testimonio, queda en claro que se limitará a un periodo clave: su enfrentamiento con Darío III y el poderoso imperio persa.
Lo que comienza a gestarse tras la violenta muerte de su padre, el Rey Filipo II, cuando Alejandro, empujado por su madre Olimpia (Kosha Engler), asume el control de Macedonia.
Para casi inmediatamente después comenzar su ataque contra los persas, a pesar de lo reducida que se veía su fuerza militar frente al ejército del dominio de Darío (Mido Hamada).
Sin embargo, tras la derrota de los persas en la batalla de batalla del Gránico, el gobernante persa empezó a tomar en serio al joven Alejandro y su capacidad como estratega.
Al mando de un imperio
Lo que lo llevaría a tomar decisiones claves con que iría sumando territorios y poder, teniendo como momento clave su entronización como faraón de Egipto.
Hechos que son revisitados no en una simple recreación, sino en un relato con argumento donde expertos de Europa, Norteamérica y Egipto revalidan lo escenificado en pantalla.
Con los actores dando lo mejor de sí en su representación de las figuras históricas, teniendo como fondo una ambientación correcta para el tipo de producción de la que se trata.
La que revela cómo Alejandro, más tarde conocido como Magno, en sólo seis años pasó de ser un príncipe macedonio al rey de Persia, en esos años regente del mundo civilizado.
Cuya figura para profesionales como Papakosta sigue más viva que nunca, por lo que ella sigue con su excavación en el centro de la actual Alejandría para hallar su tumba.