Las producciones polacas se han convertido en una de las adiciones más exitosas al catálogo europeo de Netflix y Amor al cuadrado, el último título en sumarse a dicha lista, no ha sido la excepción, convirtiéndose en una de las más vistas a horas de su estreno.
Así, luego de recientes series como Símbolos o películas como Todos mis amigos están muertos, llega la comedia romántica dirigida por Filip Zylber que recurre a la conocida, pero efectiva creencia -ya varias veces llevada a la pantalla-, de que “los opuestos se atraen”.
El relato de Amor al cuadrado comienza presentando a sus dos protagonistas. La primera es Klaudia (Adrianna Chlebicka), una exitosa modelo a la que en los minutos iniciales se le ve en plena sesión de fotografías para la línea de trajes de baño Summer Dream.
Por el otro lado está Enzo (Mateusz Banasiuk), un conocido modelo que vive gracias a su apariencia y su buena llegada entre las damas. Pero su nombre no es Enzo, sino que Stefan y el lujoso automóvil que conduce no es de su propiedad, sino que prestado.
Pero él no es el único con falsas apariencias, ya que Klaudia tampoco es quien se supone. Su verdadero nombre es Monika y es una tímida profesora que debe ejercer como modelo solo por el dinero, en especial cuando su padre le adeuda una gran suma a un mafioso.
Y, como es de esperar, los caminos de Klaudia/Monika y Enzo/Stefan se unen cuando ambos coinciden en la grabación de un comercial -aunque minutos antes se habían visto y él la había confundido con una prostituta-, que no termina bien tras un aparatoso accidente.
Un juego de personalidades
De manera paralela, se conoce más sobre sus respectivas vidas y afectos. Así se sabe que, a pesar de su fama de playboy, Enzo mantiene una relación más seria con Alicja (Agnieszka Zulewska), la dueña de la empresa de marketing para la que trabaja.
Sin embargo, ella se pone celosa por la química que él tiene con Klaudia en su primer encuentro profesional y lo echa de su departamento. Ante esto, Enzo termina viviendo con su hermano Andrzej (Jacek Knap), con la excusa de ayudarlo a cuidar a su hija Ania (Helena Mazur).
Por su parte, Monika lidia diariamente con el director de su escuela, quien no ve con buenos ojos sus innovadores métodos de enseñanza, y también con los problemas financieros de su papá, el dueño de un taller mecánico que pidió dinero prestado a quien no debía.
Y precisamente para obtener lo suficiente para pagar esa deuda es que la joven profesora acepta a regañadientes protagonizar un nuevo comercial con Enzo, con quien se encuentra antes de una reunión y por el que, aunque lo niegue, comienza a sentir una gran atracción.
Algo que al parecer también le sucede al modelo, el que además, a pesar de las muchas pistas que recibe a lo largo del metraje y de que Monika sea profesora de Ania y se lleve bien con ella, se demora mucho en sospechar de la doble identidad de la chica.
Un juego de identidades en momentos bastante poco creíble -que hace a recordar a Clark Kent y Superman-, pero que no logra restar a Amor al cuadrado el atractivo de su simple y efectiva mezcla de comedia y romance, que ha conquistado al público de Netflix.