Anatomía de un escándalo: la serie de Netflix donde el poder enfrenta a la justicia
La novela homónima de Sarah Vaughan es la base del espacio creado por Melissa James Gibson y David E. Kelley, donde un político británico ve peligrar sus privilegios cuando es acusado de violación.
Como muchos colegas, Sarah Vaughan pasó del periodismo en medios como The Guardian a la novela, debutando con El arte del pastel perfecto en 2014. Pero su posición como autora de bestsellers se consolidó con Anatomía de un escándalo.
Su tercer libro, después de La granja del fin del mundo, en el que volcó todo el conocimiento que adquirió con su trabajo como corresponsal de la política británica por varios años. El mismo que ahora llega a Netflix convertido en miniserie.
Una historia que la misma Vaughan definió como “abuso de poder, consentimiento y violación, sin mencionar el privilegio” y que es la base de los seis capítulos concebidos para el streaming por Melissa James Gibson y David E. Kelley.
Dos nombres esenciales en la creación, la producción o los guiones de famosos de la historia de la pantalla chica como House of cards y The americans, en el caso de Gibson, y Ally McBeal, Big little lies y The undoing, en el de Kelley.
Así, bajo su guía se desarrolla una trama ambientada en la Londres contemporánea, donde confluyen el drama y el suspenso a lo largo de media docena de episodios que concitan la atención, pero de una forma algo irregular.
Cuyo relato se inicia con una rápida y algo borrosa escena, donde una pareja comparte un apasionado momento o eso es lo que parece, para luego centrarse en Kate Woodcroft (Michelle Dockery), una respetada fiscal para la Corona.
El privilegio y la mentira van a juicio
Al mismo tiempo que también entran en escena James Whitehouse (Rupert Friend), un popular parlamentario, y su esposa Sophie (Sienna Miller), quienes tienen dos hijos pequeños y viven tranquilamente hasta que una noticia sale a la luz.
Cuando los principales medios dan a conocer un amorío que el político tuvo con una de sus jóvenes asistentes, Olivia Lytton (Naomi Scott), por varios meses. Algo que ensombrece la relación entre los Whitehouse hasta que pasa algo peor.
Lytton pone una demanda judicial a su ex jefe acusándolo de violación, que ahora está en manos de la fiscalía, especificamente en las de Woodcroft, quien, como se irá conociendo en las emisiones que están por venir, tiene especial interés en al caso.
De esta manera, la abogada debe confrontar algunos traumas, mientras en el “perfecto” y acomodado matrimonio Whitehouse aparecen fracturas que remecen las existencias de James y Sophie, la que igualmente decide apoyar a su marido.
Pero la serie ocupa gran parte de su narración para viajar a la juventud de sus protagonistas, a los años en que los ahora esposos se conocieron en la universidad de Oxford. La que también fue escenario de algunos hechos truculentos aún en la sombra.
De esta manera, con varios saltos temporales, Anatomía de un escándalo va dibujando una narración algo desigual, que tiene sus mejores momentos en el presente, cuando tambalean los privilegios de sus protagonistas y la mentira pareciera ser derrotada.
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