La primera temporada de Baby causó revuelo, sobre todo en su país de origen —Italia—, porque se basa en un polémico caso de prostitución infantil. Acusada de normalizar ese tipo de conductas, así como el abuso de drogas y el bullying escolar, la producción es una de las más controvertidas del catálogo de Netflix.
Esta segunda temporada retoma las andanzas de Chiara (Benedetta Porcaroli) y Ludovica (Alice Pagani), dos adolescentes que se meten en el mundo del comercio sexual como medio de rebeldía y también de logro monetario.
Nada extraño para su colegio, uno de chicos acomodados en un barrio de clase alta de Roma, jovencitos que se asoman a diferentes problemas como respuesta a familias que casi no les dan bola, donde campea el clasismo y el individualismo.
Ya pasó la oleada de polémica de la primera temporada, lo que obligaba a la serie a entregar un toque extra para concitar la atención del público. Pero estos nuevos seis capítulos no hacen mucho por diferenciarse de otros enfocados en el inconformismo y el desacato juveniles.
Se mantienen las buenas actuaciones de las dos protagonistas, ya celebridades a estas alturas en Italia, y de sus nóveles compañeros de elenco, pero el bombardeo de sexo, de atrevimiento y de redes sociales no es suficiente para elevar a Baby a otro nivel. Entretiene, sí, pero le falta ese no se qué.