Lo que muchos estaban esperando: Big Mouth 3 ya está disponible en Netflix con su irreverente e hilarante visión de la pubertad, sin adornos ni remilgos, que en este ciclo, además, incorpora temas que ya no pueden estar ausentes de cualquier serie que se precie, como el acoso sexual y el feminismo.
Esta producción de dibujos animados para adultos, que estrenó 11 nuevos capítulos, sigue protagonizada por dos compañeros de curso, Nick y Andrew, que comparten con sus amigos los conflictos, sobre todo sexuales, de la adolescencia.
En ese camino son “aconsejados” por las “bestias hormonales”, seres imaginarios que les dan tips, buenos y malos (más bien graciosos), de cómo manejar esta compleja edad.
Los dos personajes principales son un dechado de problemas que no saben resolver muy bien, desde la adicción a la masturbación hasta los primeros y fallidos enamoramientos, pasando por la pansexualidad, la depresión y la dependencia a los aparatos electrónicos.
Esta nueva temporada comienza con un especial de San Valentín (de lo mejor que ha dado la serie) en que todo se convierte en una pesadilla, con Andrew convertido en un celópata que no puede soportar ver a Missy —la compañerita que le gusta— con otro chico.
Nick, por su lado, finalmente consigue un “monstruo hormonal” competente después de un par de años soportando los consejos de Rick, un ente destartalado y harapiento que apenas puede hablar.
Como siempre, un ingrediente importante de la serie son los números musicales, casi siempre atinados y entretenidos.
Una bestia hilarante
Párrafo aparte para la “bestia hormonal” Connie, interpretada por la deslenguada actriz Maya Rudolph, ex estrella de Saturday Night Live que con este personaje inevitable, que saca carcajadas en cada episodio, ofrece su mejor actuación, usando sólo su voz y un arsenal de entonaciones, acentos y malas palabras inmejorable.
Una temporada auspiciosa, casi tan buena como la segunda, que augura la continuidad de esta creación de Nick Kroll, Andrew Goldberg, Jennifer Flackett y Mark Levin pensada para los adultos, pero también para los adolescentes (mayores de 16, eso sí) que de aquí pueden sacar varias lecciones, aparte de risotadas.