Ha pasado casi un año desde que debutó en Netflix la primera temporada de Biohackers, la serie alemana que une suspenso con biotecnología, y cuyo primer ciclo mostró la historia de Mia Akerlund (Luna Wendler) desde que llegaba a la facultad de Medicina de Friburgo.
Quien realmente era Emma Engels y había ingresado allí para estar más cerca de la doctora Dra. Tanja Lorenz (Jessica Schwarz), una experta en investigación genética que la sometió a ella y su desaparecido hermano a peligrosos experimentos cuando eran niños.
Uno de los descubrimientos que Emma hizo a lo largo de una trama de seis episodios, además de que Lorenz también habría provocado el mortal accidente de sus padres, que finalizó con la chica sorteando un peligroso virus para luego ser raptada junto a la doctora.
La misma serie de la cual hoy llega a Netflix una segunda temporada, también compuesta por media docena de capítulos, cuyo relato se inicia con su protagonista en un laboratorio de su universidad, cuando vuelve en sí después de unos segundos de inconsciencia.
Momento en el que sufre un dolor de cabeza y se da cuenta que tiene problemas con su memoria. No recuerda que ya no vive en el mismo lugar que antes y tampoco que ahora su pareja es Jasper (Adrian Julius Tillmann), después de terminar con Niklas (Thomas Prenn).
Un problema que borró los tres últimos meses de su cabeza, plazo durante el cual, como le afirman sus amigos, Lotta (Caro Cult), Ole (Sebastian Jakob Doppelbauer) y Chen-Lu (Jing Xiang), se comportaron diferente y estuvieron en terapia con una siquiatra.
En busca de sus recuerdos
Pero Mia no es la única con dificultades, ya que después de los descubrimientos hechos por ella, a Tanja Lorenz la alejaron de la universidad y de sus investigaciones, y llevaron a juicio. Lo que la obligó a volver a casa de su madre y a contratar una abogada para su defensa.
Así, mientras la joven protagonista va buscando indicios de los días borrados de sus recuerdos, con la ayuda de sus amigos y Jasper, Lorenz intenta que no la condenen a varios años en la cárcel, convencida de que uno de sus misteriosos benefactores la podrá ayudar.
El mismo que finalmente le niega cooperación y hace que doctora acepte la propuesta de Mia de unirse para desenmascarar a quien o quienes están detrás de su rapto y posterior problema de memoria. En el que, según Lorenz, estaría involucrado el padre de Lotta.
El millonario y filántropo Baron Wolfgang von Fürstenberg (Thomas Kretschmann), quien habría financiado a la científica y su proyecto Homo Deus, y además tendría lazos con una figura que se reveló al concluir el primer ciclo: Andreas Winter (Benno Fürmann).
Algunos de los viejos y nuevos personajes que forman parte de un peligroso juego de apariencias y engaños, donde Mia deberá encontrar la forma de recuperar sus recuerdos antes de que sea muy tarde, mientras la rodean personas que no son lo que dicen ser.
En una temporada marcada por el suspenso y la ciencia, además de sus limitaciones éticas, que vuelve a hacer de Biohackers una más que interesante serie. Y que repite el tipo de ritmo de la primera entrega, que poco a poco se va acelerando y envolviendo al espectador.