Chernobyl, episodio 3: Actos heroicos, horrores nucleares
Estrenado el viernes 24 de mayo en Latinoamérica, Open Wide, O Earth es el nombre del tercer episodio de Chernobyl, la aplaudida serie de HBO.
Luego de estrenar dos episodios de lujo, Chernobyl no decepciona. Su tercer episodio, estrenado en Latinoamérica el viernes 24 de mayo (en el hemisferio norte los estrenos son los lunes a las 9 PM), entrega nuevas luces sobre lo ocurrido después de la explosión del reactor de la estación nuclear de Chernobyl, específicamente cuatro días después.
Con un ritmo algo más pausado, el episodio muestra en la pantalla las horrorosas huellas físicas que dejó la radiación nuclear en los cuerpos de cientos de voluntarios que acudieron esa noche a ayudar en la emergencia.
Reseñas anteriores:
Episodio 3
Todo comienza con la celebración de la misión “exitosa” realizada por los tres funcionarios de la planta de Chernobyl que al final del segundo episodio se sumergieron en el subterráneo para cortar las bombas de agua de la estación nuclear.
Una celebración que dura poco porque, en este episodio que se ubica temporalmente cuatro días después de la explosión, comenzamos a conocer los horrores que provocó la radiación en los cuerpos expuestos de los cientos de funcionarios, bomberos y militares que acudieron a cooperar con la emergencia aquella noche para el olvido.
En ese escenario, una de las historias que más se desarrolla en la pantalla es la Lyudmilla Ignatenko (Jessie Buckley), la esposa de uno de los bomberos que combatieron cara a cara el fuego nuclear. Ella, embarazada, viaja hasta Moscú para tener noticias de su marido, quien se encuentra internado de gravedad en uno de los hospitales de la ciudad.
A pesar de las –no tan estrictas– normas de seguridad, la insistencia de Lyudmilla por poder acompañar a su pareja durante sus últimas horas de vida da resultado y la enfermera a cargo le permite estar algo más cerca del hombre. Pero la mujer, al ver el terrible –hay que decir que es una de las escenas más fuertes y crudas de todo el episodio– estado físico de su marido, a quién se le ha reventado la piel y ahora luce como una sanguinolenta mezcla de músculo, hueso y carne, decide acercarse, poniendo en riesgo su salud y la de su bebé al exponerse a la radiación nuclear. Tres víctimas de un accidente que explotó en y sobre sus vidas, sin que pudieran hacer nada por cambiarlo.
Por otro lado, también en el hospital, está Ulana Khomyuk (Emily Watson), quien hace todo lo posible por entrevistar a los ingenieros que realizaban sus funciones como operarios la noche en que el reactor nuclear de Chernobyl explotó. Son pocas las víctimas capaces de hablar –debido a los devastadores efectos de la radiación nuclear en sus cuerpos–, y todavía menos las dispuesta a cooperar, pero al final la científica logra dar con una primera pista para comenzar a comprender los verdaderos motivos de la explosión.
En tanto, en Chernobyl, Boris Scherbina y Valery Legasov intentan solucionar una emergencia provocada por sus erróneas decisiones anteriores, y deben acudir donde los mineros del carbón para pedirles su ayuda. Una negociación que no es nada fácil ni en lo político ni en lo humano, sobre todo considerando que implica pedirle a un buen puñado de hombres trabajar sin seguridad en uno de los puntos con mayor radiación de toda la destruida planta nuclear.
Un capítulo que, una vez más, deja en evidencia las terribles decisiones que tuvieron que tomar algunos hombres quienes, incluso en contra de su propia voluntad, debieron hacer sacrificios que implicaban poner en riesgo sus propias vidas, las de sus familias, y las de generaciones futuras. Un episodio con altas dosis de tensión que da cuenta del grave y triste nivel de mentiras en lo político, de la ineptitud humana para tratar en este tipo de emergencias, del egoísmo y la manipulación, lo que al mismo tiempo deja abierta la invitación para al menos cuestionarse si es que una situación podría volver a ocurrir una vez más en la historia de la humanidad.
Mención aparte para la increíble atmósfera de terror con la que cuenta esta producción, en la que hasta el más mínimo detalle cobra importancia: desde la exquisita (y terriblemente tensa) mezcla de sonido, hasta la lúgubre paleta de colores que tiñe cada escena utilizada en el montaje final.
Un capítulo tan perfecto como terrible, que ayuda a coronar a Chernobyl como una de las mejores serie de televisión estrenadas en 2019.
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