Cielo de medianoche: George Clooney y su viaje fílmico entre la catástrofe y la esperanza
El actor dirige y protagoniza la película de Netflix, donde un científico trata de contactar a los tripulantes de una nave espacial para informarles sobre el destino de la Tierra.
George Clooney esperó 24 años para probar suerte en la dirección, después de ser actor de TV y cine desde 1978. Su ópera prima fue Confesiones de una mente peligrosa (2002) y hoy, tras seis títulos como realizador, retoma ese rol con Cielo de medianoche.
La cinta original de Netflix que Clooney dirige y también protagoniza. Un doble papel que, como reveló en una entrevista, asumió casi por casualidad luego de que lo contactaran solo para estelarizarla y que él decidiera ofrecerse como su director al estar el puesto vacante.
Un largometraje que tiene como base la novela Good morning, midnight, de Lily Brooks-Dalton, que mezcla drama y ciencia ficción, y que llega al cine con un guión de Mark L. Smith, quien antes estuvo detrás de filmes como El renacido y Operación Overlord.
Y cuyos minutos iniciales se ambientan en febrero de 2049, tres semanas después del “evento”, un cataclismo -muy poco explicado en la película- que barrió con la mayor parte de la vida en la Tierra y del que, hasta el momento, han escapado solamente unos pocos.
Entre estos los habitantes de una estación científica en el ártico, quienes son rescatados por helicópteros del ejército para ser llevados a un sitio más seguro. Pero hay alguien que decide quedarse en ese lugar: Augustine Lofthouse (el mismo Clooney).
Entre el ártico y el espacio
Él es un científico que hace más de 30 años teorizó sobre la existencia de un exoplaneta, más allá de nuestro sistema solar, que podría ser habitable y albergar a la humanidad, luego de una catástrofe radiactiva como la que se concretó hace unos días.
Ahora su intención, respaldada por la poca esperanza de sobrevida que tiene a causa de una enfermedad, es contactar a la tripulación de la nave Aether, la que cumplió una exitosa misión en el espacio exterior, descubriendo una luna habitable de Júpiter, bautizada K-23.
Así, el científico divide sus solitarios días entre los remedios y tratamientos que lo mantienen con vida, y los intentos de comunicarse con la nave espacial en su viaje de vuelta a la Tierra, para informarles sobre la catástrofe que experimentó el planeta.
A bordo de ella, el grupo liderado por el Comandante Adewole (David Oyelowo) cuenta los días para el retorno a casa, entre ellos su pareja, la embarazada Sully (Felicity Jones), y sus colegas Maya (Tiffany Boone), Sánchez (Demián Bichir) y Mitchell (Kyle Chandler).
De esta manera, mientras en el espacio todo es esperanza, en la Tierra un sombrío Lofthouse intenta que la nave retorne a K-23 para que su tripulación tenga la oportunidad de sobrevivir y le abra camino a los pocos humanos que van quedando en el planeta.
Más forma que fondo
Sin embargo, en el intertanto algo más sucede con Lofthouse en el refugio ártico. Su soledad culmina de improviso cuando descubre a una pequeña en sus instalaciones, una niña que no puede hablar, pero que se comunica por medio de dibujos.
Su nombre, como lo descubre finalmente el científico, es Iris (Caoilinn Springall) y se convertirá en su compañera en una peligrosa aventura, cuando él decida viajar a otra base, que se encuentra a algunos kilómetros y posee una mejor antena para contactar a Aether.
De esta manera, el relato de Cielo de medianoche se divide entre lo que experimenta Lofthouse y su pequeña acompañante, y lo que en el espacio vive el grupo de astronautas, contrastando y a la vez aunando sus experiencias en situaciones de peligro.
Todo en medio de una bella fotografía, donde son protagonistas la vastedad del ártico y noches estrelladas, como también la lograda recreación de la magnificencia del espacio exterior y la gravedad cero que se experimenta dentro de la astronave.
Lo que se complementa con un buen elenco, para llevar al espectador por un viaje fílmico, que se mueve entre el desaliento y la esperanza. El que tal vez se extiende demasiado en su metraje y, en varios momentos, se preocupa más de la forma que del fondo.
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