Fue a fines de los 90 que en los cines se pudo apreciar cómo en Jamás besada Josie Geller pudo reescribir su último año de colegio. Una oportunidad que también se le presenta a Stephanie Conway en El año de mi graduación.
Y si la reportera interpretada por Drew Barrymore hace dos décadas volvía a encarar la secundaria por motivos laborales, la heroína de la nueva cinta de Netflix se ve obligada por razones relacionadas con un grave accidente.
Esto porque, en la película dirigida por Alex Hardcastle, el personaje encarnado en su madurez por la comediante australiana Rebel Wilson recibe un golpe en la cabeza en su adolescencia que la deja 20 años en estado de coma.
En el eje narrativo de casi dos horas de un relato que apuesta por un humor de dos caras -tanto dulce como punzante- y también por la nostalgia que canciones o referencias pop pueden generar en los ya treintañeros.
El cual comienza cuando la misma Stephanie decide dejar un mensaje en redes sociales y casi de inmediato su historia viaje al pasado; a fines de los 90, después de que se había mudado desde Australia a EE.UU.
Cuando era una estudiante poco “cool” -encarnada por Angourie Rice- y decidió cambiar su actitud y aspecto. Con lo que se transformó en una popular porrista y también obtuvo un atractivo novio, Blaine (Tyler Barnhardt).
El reinicio de una historia
Sin embargo, cuando todo parecía perfecto y se acercaba su soñada graduación, ella sufre un grave accidente -que se sabe fue orquestado por su rival Tiffany (Ana Yi Puig)- en medio de una presentación como cheerleader.
Lo que la deja en un estado de coma del que despierta dos décadas después, cuando ya tiene 37 años. Y varias cosas han cambiado, entre ellas que su mejor amiga Martha (Mary Holland) es la directora de la secundaria.
Además de que un maduro Blaine (Justin Hartley) está casado con Tiffany (Zoë Chao). Lo que al parecer no se ha modificado es la preocupación que su viejo amigo Seth (Sam Richardson) sentía por ella en su juventud.
Pero Stephanie decide retomar su vida precisamente donde la dejó y con la ayuda de Martha regresa a la secundaria para finalizar su último año, en una escuela que ahora se guía por la inclusión, el respeto y la igualdad.
Un mundo renovado en el que la protagonista aprenderá a moverse, mientras trata de concretar su antiguo sueño de convertirse en la reina de la graduación, con la ayuda de su nuevo grupo de adolescentes amigos.
Lo que se conoce en una narración algo sobreextendida y con tendencia a la comedia más gruesa, pero que logra su objetivo final de hacer de El año de mi graduación una cinta entretenida que apela a la nostalgia.