Los conflictos armados, a pesar de ser tragedias que nunca desaparecen, siempre son una inspiración para películas y series. Y es precisamente una cinta ambientada en la Segunda Guerra la que debuta por Netflix: El arma del engaño.
Una realización que se ambienta lejos del campo de batalla, específicamente en calles y un subterráneo londinense, y revive un pasaje clave para el desarrollo de los últimos años de la lucha que remeció Europa en los 30 y 40.
Cuando un grupo de hombres de la Inteligencia británica encaró la misión de dar vida a uno de los mayores engaños en la historia bélica, haciendo suponer a los nazis que los planes de los aliados en torno a la invasión a Sicilia eran otros.
Una tarea que fue llevada a cabo de una forma tan irreal como exitosa y que llega al streaming en la forma de un cautivante largometraje dirigido por John Madden, el cineasta detrás de Shakespeare apasionado y Sola contra el poder.
El cual tiene como base de su narración el libro escrito por el historiador inglés Ben Macintyre, que se titula simplemente Operation Mincemeat u “operación carne picada”, el nombre con que se bautizó la farsa.
La farsa que hay que poner en marcha
Cuya narración parte el 10 de julio de 1943, cuando una voz en off afirma que “en cualquier historia, si es una buena historia, está lo que se ve y lo que está oculto. Lo que es especialmente cierto en las historias de guerra”.
Lo que luego da paso a una escena en que los tripulantes de un submarino arrojan un bulto al mar en medio de la noche; para después anclar el relato en tierra firme, en el rincón de Londres donde un grupo espera recibir un mensaje.
Un equipo de militares y civiles entre los que se cuenta el oficial Ewen Montagu (Colin Firth), quien, a pesar de la oposición del Almirante Godfrey (Jason Isaacs), recibió un encargo del mismo Winston Churchill (Simon Russell Beale).
Este era elaborar un engaño, apoyado por los tenientes Charles Cholmondeley (Matthew Macfadyen) e Ian Fleming (Johnny Flynn) -el posterior creador de James Bond-, que hiciera creer a Hitler que los aliados invadirían Grecia.
Para lo que la trama va al pasado reciente y se ve cómo se ejecuta la farsa con la que harán creer a los nazis que un oficial que murió ahogado portaba documentos confidenciales sobre una incursión en suelo griego.
Entre la intriga, el espionaje y el drama
Pero primero hay que encontrar el cadáver de Capitán William Martin, como decidieron bautizar a su ficticio emisario. Labor a la que se dedican Montagu y Cholmondeley con la ayuda de expertos médicos patólogos.
Sin embargo, el cuerpo y Martin merecen una biografía, en la cual también colaboran la secretaria de Montagu, Hester Leggett (Penelope Wilton), y la funcionaria de inteligencia Jean Leslie (Kelly Macdonald).
Una última figura que es clave en el desarrollo de la subtrama romántica, ya que Jean es objeto de interés de Cholmondeley, al mismo tiempo que entabla una cercana relación con Montagu, cuya esposa e hijos están en EE.UU.
La cual sirve como adecuado complemento al relato principal anclado en el suspenso y el espionaje, sin olvidar algunas cuotas de humor, como cuando tratan de sacar la foto para la identificación que debe portar Martin.
En medio de una narración ágil y entretenida, donde además se agradece el gran nivel de su elenco, donde como siempre se destaca la solidez de Firth, aquí muy bien acompañado por Macfadyen, Wilton y Macdonald.