Una palabra que define al catálogo de Netflix es diversidad. Esto, tanto en formato -series, docuseries, largometrajes, cortos- como en géneros. Último apartado al que El campamento de mi vida se suma en dos categorías: musical y película cristiana.
Bajo la dirección de Roman White, la cinta suma canciones, bailes, juventud y enseñanzas religiosas a través de la historia de Will Hawkins (Kevin Quinn), un adolescente que en los últimos años ha hecho de la rebeldía y las malas decisiones una constante.
Un huérfano de Nashville que desde hace siete años vive en casas de acogida y cuya última “travesura”, tratar de robar una patrulla policial, lo envía al Servicio de Menores y Familia y ante un consejero que le comunica que deberá irse al reformatorio estatal.
Pero las cosas parecen estar de su lado, porque ese mismo día también está en ese lugar Kristin (Sherri Shepherd), una madre sustituta que le propone a Will otra salida: que en vez de ir a la correccional asista al campamento de verano donde ella va con su hijo.
Tras dudarlo, el chico acepta la propuesta y de un minuto a otro se encuentra a bordo de un bus con Kristin, su hijo George (Jahbril Cook) y un grupo de jóvenes que alegremente entonan canciones religiosas. Un pasatiempo que repetirán a su llegada a Aweegaway.
El campamento dirigido por David (David Koechner), donde Will inmediatamente pondrá sus ojos en Avery (Bailee Madison), la positiva hija de David, y también conocerá a la amiga de esta, Presley (Kat Conner Sterling), y a Sean (Iain Tucker), uno de los líderes del lugar.
Entre canciones y un mensaje positivo
Así, el aún sorprendido Will se integra a un campamento donde se vive y respira el espíritu cristiano, que se expone claramente a través de canciones que hablan del río de la vida y la casa del Señor, con George como su compañero de cabaña y de aventuras.
Este acepta hacerse pasar por su primo, ya que el recién llegado no quiere revelar su condición como joven criminal, y además no puede ocultar su amor por Presley, pero es tan tímido que ni siquiera puede mirarla a los ojos o mantener una conversación con ella.
A diferencia de Will quien casi de inmediato establece una fuerte conexión con la comprensiva Avery y comparten conversaciones que por momentos hacen pensar al muchacho que quizás haya encontrado un lugar donde pertenecer.
Todo en medio de las charlas dadas por David al calor de la fogata, la presencia de la comprensiva Kristin, adrenalínicos juegos en equipo de paintball y fútbol americano -con bandos como los ángeles y los apóstoles-, además de coreografías y canciones.
Las cuales fueron compuestas por Adam Watts, quien ya había trabajado para musicales de Disney, como Camp rock 2 y High school musical 3, por lo que sabe imprimirle el ritmo necesario para hacerlas unas entretenidas coprotagonistas de El campamento de mi vida.
Una cinta amena y simple, que no busca más que entregar un mensaje y hacer pasar un buen momento a los jóvenes creyentes, y con seguridad podrá ser un buen panorama para disfrutarse en familia en la próxima Semana Santa.