Marzo no comenzó nada mal en Netflix, que agregó un puñado de buenas producciones a su catálogo de películas originales.
Además de la demoledora película española Tu Hijo, llegó a Netflix El niño que domó el viento, una película basada en la novela biográfica de William Kamkwamba y Bryan Mealer, que marca un buen debut de Chiwetel Ejiofor (conocido por su papel de Solomon Northup en la ganadora del Oscar 12 Años de Esclavitud) como director y guionista.
Historia inspiradora
Tal como se puede ver en el trailer, la historia ocurre en 2001 y se centra en William Kamkwamba (Maxwell Simba), un niño de 13 años que vive junto a su familia en un pueblito dedicado a la agricultura en la República de Malaui, en el sureste del continente africano.
Ahí la vida es bastante dura, la comida y el agua escasea, y las políticas no responden a las necesidades de la gente. Tampoco es fácil estudiar, porque pagar por una escuela no encabeza la lista de prioridades cuando la hambruna golpea la puerta de tu familia.
Por eso, cuando Trywell (Ejiofor), el padre de William, le regala el uniforme para que comience a ir a clases a la escuela, es motivo de celebración para el niño.
Pero la economía no es favorable para la familia Kamkwamba ni para el resto del pueblo, quienes terminan en una profunda crisis producto de la ambición de una empresa tabacalera que arrasa con sus bosques nativos, generando graves inundaciones.
Sin cosechas ni dinero, Trywell no puede pagar la matricula de la escuela y William es expulsado.
La situación se agrava luego de las lluvias, cuando llega la sequía y los cultivos no prosperan, generando una grave hambruna.
Es en ese momento cuando la curiosidad y las ganas de aprender de William lo llevan a la biblioteca a investigar y aprender más sobre ciencias y electricidad, con lo que crea un proyecto que, usando la energía del viento, podría salvar la vida de su familia y toda su comunidad.
Una historia inspiradora que va mucho más allá de un gran invento científico, pues da cuenta de cómo opera una cultura afectada por la inestabilidad política y por la falta de oportunidades, pero que al mismo tiempo mantiene la esperanza viva por los cambios que la educación puede generar en la sociedad.