Varios años después de adaptar para la pantalla su novela de 2010, La habitación, la escritora Emma Donoghue retornó al rol de guionista con su libreto para otro de sus libros aplaudidos: El prodigio.
Su obra de 2016 donde viaja hasta la Irlanda del siglo XVII para exponer una mezcla de drama de época con misterio y devoción, y que convirtió en argumento junto a Alice Birch y Sebastián Lelio.
El chileno detrás de cintas enfocadas en mujeres como Gloria y Una mujer fantástica, que también dirige la película estrenada en el Festival de Telluride y algunas salas, que hoy llega al mundo vía Netflix.
Un relato audiovisual que convierte en imágenes la hipnótica narración de Donoghue, inspirada en las muy reales fasting girls o chicas ayunadoras de la época victoriana, que invita a creer en las historias.
Una propuesta hecha por una voz en off -que más tarde se sabrá a quién pertenece- que abre el camino a la llegada de la enfermera inglesa Elizabeth “Lib” Wright (Florence Pugh) a la Irlanda profunda.
La llegada de Lib donde los O’Donnell
Específicamente a un apartado pueblo donde en pleno 1862 es alojada en una hostería, para casi inmediatamente ser convocada por el comité que la contrató para un inusual trabajo de observación.
El que le encomienda el grupo de autoridades locales, entre los que se cuentan el párroco, el alcalde y el médico, y realizará en turnos consecutivos junto a la Hermana Michael (Josie Walker).
Lo que lleva a la viuda que sirvió en la guerra a convertirse en testigo del día a día de Anna O’Donnell (Kila Lord Cassidy), una niña de 11 años que lleva meses sin comer y permanece sana.
Algo que según su familia de granjeros y los lugareños es obra de Dios, transformándose en objeto de admiración y esperanza luego de tragedias como la gran hambruna y la muerte del hijo de los O’Donnell.
Sin embargo, Lib sospecha que no es “maná del Cielo” lo que mantiene viva a la chica, como afirma ella y sus religiosos padres, sino que de una u otra forma obtiene alimento, pero debe demostrarlo.
El drama y el suspenso de El prodigio
Con lo que la enfermera redobla su proceso de observación, mientras ella misma es vigilada por los habitantes del pueblo y los recelosos familiares de Anna, y se acerca a William Byrne (Tom Burke).
El periodista que llegó hace unos días desde Londres para cubrir el prodigioso caso de la niña que no come, es todavía más incrédulo que Lib y posee una íntima conexión con el lugar.
En la lenta y continúa aparición de los detalles que dibujan la dramática espina dorsal de la trama, que también incluyen una gran pérdida de Lib y el debilitamiento mortal de Anna.
Junto con el suspenso en torno a lo qué realmente sucede con la pequeña y su familia, y qué tipo de suceso pudo haber gatillado su sacrificio. Una verdad que ya se intuye, pero se hace esperar.
En el clímax de una cinta que hace completamente partícipe al espectador de la difícil situación de Lib, en medio de lo que dicta su conciencia y lo profesional, gracias a la sólida actuación de Pugh.
Además de una eficaz narración y una magnífica ambientación, que se mueve entre la espectral belleza del campo y sombríos interiores -con la fotografía de Ari Wegner-, y la música de Matthew Herbert.