Kate Winslet es una de las grandes actrices de su generación y tras su magnífico trabajo en la inolvidable Mare of Easttown, HBO no se podía negar a tenerla como protagonista de El régimen.
La nueva serie original del canal de cable -que también es parte de su plataforma Max-, producida por Winslet y donde ella se convierte en una canciller de Europa Central.
Cuyos seis episodios fueron concebidos por Will Tracy (El menú) y tienen como directores al veterano Stephen Frears (Relaciones peligrosas, La reina) y Jessica Hobbs (The Crown).
Algunos de los nombres involucrados en esta comedia negra, por momentos muy dramática, que vendría a marcar el comienzo del año en materia audiovisual.
Sin embargo, a pesar de su calidad técnica y la entrega de sus actores, en especial Winslet, su sátira política no prende por completo y la trama por momentos se siente algo confusa.
Elena enfrenta su paranoia
Ya que su ácida mirada a la política, y la irracionalidad del poder, presenta situaciones que llevan más bien a la incomodidad, en lugar de a la risa culposa que buscaba su ironía.
Aunque hay que aclarar que El régimen, a pesar de sus puntos débiles, se ubica muy por encima de muchas de las producciones que visitan la pantalla chica por estos días.
Especialmente por su ambientación, mezcla de magnificencia y decadencia, y la mordacidad, con desvarío y tragedia, con que Winslet construye a su Elena Vernham.
La canciller de una pequeña nación europea a la que se conoce cuando ya lleva siete años en el poder y está en uno de los puntos más altos de su paranoia e hipocondría.
Y mantiene a todos los empleados de su palacio atentos a la plaga de moho negro que atentaría directamente contra su salud, mientras nadie se atreve a decirle lo contrario.
Zubak se convierte en asesor
Lo cual la lleva a sumar a sus empleados cercanos al cabo Herbert Zubak (Matthias Schoenaerts), que fue bautizado como “Carnicero” tras eliminar a varios protestantes.
Quien rápidamente, ante la sorpresa del marido de la canciller, sus ministros y su principal asistente, se convierte en su principal consejero en los asuntos de salud y manejo del país.
Así, mientras Zubak -que a todas luces sufre de problemas mentales-, le pone emplastos y hace hervir papas en los salones, también se involucra en las decisiones de Estado.
Donde se mezclan los problemas económicos, ya que la remolacha es su único recurso agrario, y geopolíticos, con Elena tratando de anexar territorios para afianzar su poder.
Sin olvidar a EE.UU. y el acuerdo que impulsa para explotar la riqueza mineral del país, que para los ministros y empresarios locales sería la mejor manera de evitar el colapso.
Aunque Elena piensa que la mejor forma de ayudar a su amado pueblo es dándole apoyo moral por medio de intervenciones diarias televisivas, en un ejemplo máximo de populismo.