Al hablar de artes marciales en el cine, los primeros nombres que se vienen a la cabeza son los de Bruce Lee y Jackie Chan. Pero Europa, específicamente Bélgica, también aportó una estrella: Jean-Claude Van Damme, quien retorna a la pantalla en la cinta El último mercenario.
Quien tras su llegada a la cúspide de la fama entre las décadas de los 80 y 90, con películas como Contacto sangriento, Timecop: policía del futuro, Kickboxer, Doble impacto y Soldado universal, hoy se suma a los originales de Netflix con el filme hecho en Francia.
En el cual, bajo la dirección de David Charhon, Van Damme encarna a Richard Brumère, un ex agente del servicio secreto francés, también conocido como “La Brume” (la niebla), que hoy trabaja como mercenario, poniendo sus habilidades al servicio del mejor postor.
Como cuando debe rescatar al hijo de un oligarca en Ulán Bator, Mongolia, enfrentando a cuatro hombres armados solo con sus manos y pies. Al mismo tiempo que en París el joven Archibald Al Mahmoud (Samir Decazza) comienza a experimentar la aventura de su vida.
Este último es hijo de Brumère y desde que nació, hace 25 años, tiene inmunidad diplomática, conseguida por su madre, y una pensión del gobierno gracias a su padre, a quien no conoce, ya que “desapareció” después de que fallara la Operación Balero.
Una nueva misión para “La Brume”
Un muchacho bastante inocente que vive junto a Fernand (Michel Crémadès) en las afueras de París, ignorando que su nombre e inmunidad los usa el hijo del rey de Targistán para traficar armas, con la ayuda de un funcionario del Ministerio de Asuntos Extranjeros.
Quien se llama Paul Lesueur (Eric Judor) y también enfrenta serios problemas luego de que su jefe, el ingenuo Lazare (Alban Ivanov), decide dejar nula la inmunidad de Al Mahmoud. Lo que pone a la policía detrás del chico y a Brumère enfocado en protegerlo.
Una misión que lo hace retomar lazos con antiguos camaradas del espionaje, como también asociarse con los amigos de su hijo -la despierta Dalila (Assa Sylla) y el hermano de esta, Momo (Djimo)- y con Lazare, quien descubrió que fue manipulado por su propio colega.
Y que pone tras los pasos de “La Brume” al Comandante Jouard (Patrick Timsit), jefe del Servicio Secreto que quiere atraparlo por una cuestión de seguridad nacional, como afirma, pero es más bien para cobrar venganza de la relación que el mercenario tuvo con su mujer.
Todo con una mezcla de espionaje y comedia, donde las persecuciones y escapes son tan ágiles como ridículos, entre ellos uno en un automóvil de una escuela de conducción o la de uno de sus personajes en calzoncillos sobre un scooter eléctrico y a un costado del Sena.
El talento de Van Damme para la comedia
Mientras Van Damme demuestra en El último mercenario que todavía es capaz de realizar sus patadas aéreas y splits, y dar vida a un buen personaje marcado por el humor. El que puede “neutralizar a un rinoceronte con sus manos” o hacer “una cirugía a corazón abierto con palitos de bambú”.
Sin embargo, teme revelarle a su hijo que es su verdadero padre, al mismo tiempo que combate a los villanos de la trama y al peligroso Sistema de Bloqueo Virtual Mac, o Big Mac, un arma desarrollada en 1990 para desactivar cualquier dispositivo electrónico.
Donde además de su talento para la defensa personal, también expone su capacidad con las voces y los disfraces, aunque bajo la apariencia de un conserje, un instructor de nado con peluca rubia o una mujer de larga melena caoba, generalmente se note que es él.
Lo que hace del reencuentro con la estrella belga de las artes marciales una confirmación de que en muchas ocasiones los “hombres de acción” tienen un talento innato para la comedia; algo esencial en una cinta que solo busca que el espectador pase un buen rato.
Y que convierte a El último mercenario en una inmejorable alternativa para disfrutar en familia durante el fin de semana, en compañía de Van Damme y reconocidas figuras de la actuación francesa, como Miou-Miou, Valérie Kaprisky y Patrick Timsit.