Desde 1956, Eurovisión ha logrado lo impensable: unir a los europeos en torno a la música. Sin embargo, para el resto del planeta su existencia es una anécdota. Hasta hoy, cuando Hollywood y su película El Festival de la Canción de Eurovisión le dan vitrina mundial vía Netflix.
Pero como lo deja claro su subtítulo –La historia de Fire Saga-, su relato tiene como eje a los integrantes de un dúo que sueña con estar alguna vez en el certamen. Ellos son los islandeses Lars Erickssong (Will Ferrell) y Sigrit Ericksdottir (Rachel McAdams).
Es en la pequeña aldea costera de Husavik que un principio nos encontramos con los pequeños Lars y Sigrit, cuando sus familias se reunieron para ver la versión de abril de 1976 del festival de la canción y resultó ganador el grupo ABBA con su tema Waterloo.
Y fue esa creación de la famosa banda sueca la que inspiró a estos niños islandeses a enfocar parte importante de sus vidas en la música. Aunque al llegar a grandes no hayan podido concretar su deseo de fama y como Fire Saga se limiten a tocar en el bar local.
Pero el destino -o los elfos en que cree Sigrit- les tiene una sorpresa: slos eligen al azar para ser parte de la competencia de donde saldrá el representante de Islandia a Eurovisión. Un honor que recae en ellos luego de que los otros artistas mueren en un accidente.
A pesar de los reparos de los otros habitantes de Husavik, en especial los del padre de Lars, Erick (Pierce Brosnan) -quien piensa que su hijo es un inútil-, Fire Saga viaja hasta Edimburgo, Escocia, la ciudad sede de una nueva edición del encuentro musical.
Acá, debido a que nunca habían salido de su pueblo, todo les parece perfecto. Desde su hotel de menos de cuatro estrellas hasta el escenario donde se efectuará el show; además del nivel de los otros cantantes, en especial el del ruso Alexander Lemtov (Dan Stevens).
Una parodia con aire de homenaje
Es con Fire Saga en suelo escocés que comienza a tejerse la trama del relato, que contrapone la ingenuidad de Lars y Sigrit con la experiencia y sagacidad de colegas como Lemtov o la representante de Grecia, Mita Xenakis (Melissanthi Mahut).
Un encuentro con nuevas personas que además pone en peligro su relación profesional y también personal; último plano donde Sigrit siempre ha tratado de pasar a lo amoroso, mientras Lars se esconde tras su política de no mezclar su carrera con los sentimientos.
Todo en medio de la fastuosidad de un evento que cada año congrega a las familias europeas en torno al televisor -algo similar a lo que ocurría hace unos años en Chile con el Festival de Viña-, y reúne a algunos de los intérpretes y presentaciones más singulares.
La también denominada cuna del europop que ahora inspiró a Will Ferrell para escribir y protagonizar su más nueva película -en una especie de parodia-homenaje-, y donde él una vez más encarna a un personaje al borde de la estupidez y lo políticamente correcto.
Y si bien El Festival de la Canción de Eurovisión no alcanza el nivel de anteriores creaciones del comediante, como Ricky Bobby: loco por la velocidad o El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, es una entretenida apuesta para ver una tarde de invierno.
Un largometraje marcado por la ironía que incluye varias canciones pop, la aparición de figuras de Eurovisión y la TV británica -como la austriaca Conchita Wurst y el irlandés Graham Norton-, y a la famosa Demi Lovato encarnando a la cantante islandesa Katiana.