Dentro del terror fílmico, las realizaciones españolas se han asegurado un lugar destacado gracias a las creaciones de directores como Paco Plaza, quien retorna con Hermana Muerte.

Su nueva película en un listado como realizador que incluye a títulos como [•REC] y su saga; La abuela y Verónica, la inquietante cinta de 2017 que forma parte del catálogo de Netflix.

Mismo servicio al que Plaza entrega una imperdible cinta original, complementando el relato sobre la adolescente Verónica (Sandra Escacena) con la historia de origen de uno de sus secundarios.

La monja ciega Sor Narcisa (Consuelo Trujillo) que advertía a la jovencita sobre la extraña presencia a la que ella había invocado con la tabla ouija y marcaría su pesadillesco destino.

El mismo horror que también marca la precuela, donde se conoce cómo y por qué la religiosa puede ver, sin mirar, a los espíritus y entidades paranormales de su entorno.

La “niña santa” llega al ex convento

Aunque en el caso de su filme los miedos, en su esencia más pura, empiezan a surgir cuando está avanzado el relato, siendo la sensación de peligro la que se toma el inicio del metraje.

En una narración que abandona los años 90 de la la cinta que la precedió, para viajar a la España post Guerra Civil, cuando la novicia Narcisa (Aria Bedmar) llega a un internado de niñas.

El que reemplazó al convento de clausura que funcionaba ahí, pero es manejado por tres de las monjas que eran parte de la congregación, entre ellas Sor Julia (Maru Valdivielso).

La encargada de recibir a la recién llegada y llevarla ante la Madre Superiora (Luisa Merelas), quien la acoge emocionada por tener en su institución a una “niña santa”.

Ya que como lo mostraron los créditos iniciales, cuando Narcisa era pequeña y vivía en un pueblito andaluz tuvo visiones de la Virgen, que la llevaron ser considerada una mística.

Un espíritu aterroriza el internado

Pero en su juventud ella asegura no acordarse de esos días y claramente, como se revela al transcurrir el relato, duda en seguir siendo parte de la comunidad religiosa.

Aunque sus verdaderos problemas están por comenzar, después de que encuentra una caja en su habitación que contiene la fotografía post mortem de la hermana Socorro (Almudena Amor).

A lo que se van sumando inquietantes situaciones relacionadas con sus alumnas y el espíritu de una niña que se aparece en el internado, que ha dejado su marca en varias paredes.

Con lo que lentamente la novicia se va involucrando en una inquietante historia que está ligada al pasado de las monjas y su convento, en que el horror paranormal se suma al de la guerra.

Donde además hay varios guiños a Verónica, entre los que se cuentan un eclipse, una bodega y el final del relato en que se cruzan los caminos de sus personajes.

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