Un filme dirigido por Steven Soderbergh (Traffic, Erin Borockovich) que da cuenta de cómo los jugadores son a veces explotados por los equipos y las franquicias ligadas al deporte.
Una de las cosas más interesantes de este filme es que fue filmado con un smartphone. Eso es lo que hace el destacado director Steven Soderbergh para plasmar High Flying Bird, una historia centrada en los negocios turbios de NBA, la liga de básquetbol profesional de EE.UU.
Se trata de un mundo desconocido para los que no son fans de esa liga, pero la cinta es extrapolable, porque en definitiva muestra poco de básquet y mucho de cómo los deportes, en general, se han transformado en negocios (llenos de trampas y maniobras oscuras, a veces), más que en muestras del potencial humano cuando lleva al máximo su destreza física.
Se sitúa en un paro de los jugadores de la NBA que no alcanzan acuerdo con los propietarios de los equipos, quienes esquilman a los jugadores con altas comisiones y otros cobros y movimientos.
El protagonista del filme es Ray (André Holland), un agente cuyo objetivo es que Erick (Melvin Gregg), un novato seleccionado en primer lugar por un equipo profesional de Nueva York, consiga un buen contrato, pero que también juegue y triunfe por su talento.
Otro punto destacable es que el guion es de Tarell Alvin McCraney (el mismo autor de Luz de luna, la cinta ganadora del Oscar).
Una película interesante que devela situaciones que se viven en todo tipo de deportes a nivel global y que mantiene la atención, a pesar de que se diluye un poco cuando trata de incluir una cuota de romance que poco viene al caso.
Ojo con la aparición de Kyle MacLachlan, el mítico intérprete del agente Dale Cooper de la serie Twin Peaks. Acá interpreta a un astuto y mañoso dueño de un equipo de Nueva York.