El primer amor choca con el deber en Jóvenes altezas, la nueva serie juvenil de Netflix
Seis capítulos componen la producción sueca que muestra la historia de un príncipe adolescente al que envían a un exclusivo internado.
Cada vez que Netflix da a conocer sus nuevos proyectos, los medios y el público tienden a compararlos con títulos ya conocidos de la plataforma. Algo que también ocurrió con Jóvenes altezas, la serie juvenil sueca que hoy debuta mundialmente por su servicio.
Un espacio al que se le vinculó rápidamente con The Crown y Élite. Al primero, porque la producción nórdica tiene como protagonista a un príncipe adolescente y su trama muestra protocolos y conflictos que enfrenta la realeza. Pero hasta ahí llegan las comparaciones.
Y que en el caso de la exitosa apuesta española se relaciona con que Wilhelm, el eje de la historia de Jóvenes altezas, es enviado a Hillerska, una exclusiva escuela donde en algunas ocasiones usa uniforme. Sin embargo, él estará internado y no habrá ningún hecho criminal.
Las diferencias que le confieren a la producción sueca una singularidad y una fortaleza que son claves al momento de abordar el mundo de los jóvenes y sus problemas de una manera más creíble y cercana. Con una narración que se inicia centrada en Wilhelm (Edvin Ryding).
Quien, como alguien de su edad, sale una noche a divertirse. Sin embargo, otro muchacho comienza a molestarlo y el príncipe termina respondiendo violentamente a su agresor. Un hecho que rápidamente llega a las redes sociales y de ahí a toda la prensa sueca.
Una nueva vida en Hillerska
Y como él no es cualquier jovencito, debe dar disculpas públicamente. Además de acatar la decisión de sus padres, la reina Kristina (Pernilla August) y su marido, de mandarlo como interno a la secundaria Hillerska, donde otros miembros de la familia real se formaron.
El encargado de llevarlo al exclusivo colegio es su hermano mayor y ex alumno, el príncipe heredero Erik (Ivar Forsling), quien solo tiene buenos recuerdos del lugar en que estudió y donde se supone que Wilhelm podrá tener una vida más independiente, lejos del protocolo.
Aunque ahí también cursa el último año su primo August (Malte Gårdinger), quien se autoimpueso el vigilar al recién llegado. Pero hay alguien más que forma parte del estudiantado y llamará inmediatamente la atención de Wilhelm: Simon (Omar Rudberg).
Un chico, hijo de sueco y venezolana, que está en Hillerska estudiando con una beca, al igual que su hermana Sara (Frida Argento), y que no está internado y casi siempre debe enfrentar comentarios por su origen social más bajo, en especial los de August.
Pero este último también tiene sus problemas. No solo sufre del estrés que conlleva ser el prefecto estudiantil y capitán del equipo de remo -que lo hace tomar las drogas para el déficit atencional de un amigo-, sino que además descubre que su familia está en la ruina.
El príncipe y su primer y prohibido amor
Lo que se ve empeorado para August por el trauma nunca superado de que su padre se quitara la vida y que la chica que le gusta, Felice (Nikiya Uggla), no le haga caso. Esto porque, como ya sabe el público, ella está más interesada en Wilhelm y su título real.
Mientras el príncipe no puede alejarse de la atracción que le provoca Simon, a pesar de, como asegura varias veces, no ser homosexual. Pero cuando está a punto de aceptar sus sentimientos, ocurre una tragedia familiar que lo obliga a asumir nuevas responsabilidades.
Así, entre lo complejo y emocionante que puede ser el primer amor y el deber con su madre y su patria, Wilhelm comienza su paso a la adultez. Una etapa complicada donde dudará muchas veces entre sus verdaderos afectos y lo que todos esperan de él.
En una serie que apuesta por el drama, pero nunca cruza la frontera de la sensiblería, donde en general se exponen conflictos que son universales para la juventud, a excepción de la pequeña “tragedia” de Felicia al no poder controlar el caballo que le regaló su padre.
Un detalle relacionado con los privilegios de varios personajes, que no opaca el verdadero sentido de Jóvenes altezas y sus seis capítulos plenos de conflictos terrenales y muchachos muy normales, tanto en apariencia como en sentimientos. Todo complementado por la gran química entre Ryding y Rudberg.
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