Luego de seis años alejados de la realización de películas, Shari Springer Berman y Robert Pulcini retornan al sillón compartido de director con su versión fílmica de La apariencia de las cosas, la aplaudida novela publicada por Elizabeth Brundage en 2016.
Una apuesta que los trae de regreso al cine y aleja al también matrimonio de la comedia de anteriores realizaciones con su firma, como American splendor (2003), Diario de una niñera (2007) y The extra man (2010), llevando a la pantalla el singular libro de Brundage.
Un volumen donde la escritora estadounidense mezcla el suspenso, el drama y lo sobrenatural, además de su aplaudida prosa y descripción de situaciones y personajes, para mostrar la historia de un joven matrimonio luego de que se muda de casa.
La misma que revive en la cinta original de Netflix La apariencia de las cosas, con un relato que tiene como punto de partida una inquietante escena que se desarrolla en el invierno de 1980, cuando George Claire (James Norton) regresa a su hogar y realiza un sangriento descubrimiento.
Sin embargo, de ahí la trama lleva al espectador a algún tiempo atrás, a la primavera anterior, cuando George y su esposa Catherine (Amanda Seyfried) celebran el cumpleaños de su pequeña hija Franny (Anna Sophia Heger) en su departamento en Manhattan.
Un inquietante cambio de vida
Sin embargo, George acepta trabajar en una universidad privada en un sector rural al norte del estado de Nueva York, donde realizará una cátedra sobre su pintor favorito: George Inness, quien plasmó en sus telas parte de la mística de Emanuel Swedenborg.
Pero mientras George enfrenta una nueva etapa profesional, la bulímica Catherine debe adaptarse a su papel como dueña de casa y mamá a tiempo completo en un entorno diferente, dejando atrás su faceta de pintora y restauradora de piezas religiosas.
Un cambio de vida al que pronto se suman raros acontecimientos que empiezan a surgir en la casona que adquirieron en las afueras del poblado de Chosen. Como una lámpara que se enciende y apaga en la habitación de la niña, o un piano que comienza a tocar solo.
Paranormales situaciones que estarían relacionadas con una fantasmal presencia, que para George serían solamente fruto de la imaginación de su esposa, y que se combinan con la sensación de soledad que empieza a atormentar a Catherine.
Algo que se ve un tanto remediado con la compañía de los hermanos Cole y Eddy Lucks (Jack Gore y Alex Neustaedter), a quienes contratan para reparar en la casa y, como se sabe poco después, están relacionados con el anterior matrimonio que allí vivía.
La esencia de la novela en pantalla
Pero es en una colega de su marido, la experta en arte textil Justine Sokolov (Rhea Seehorn), y en el rector de la universidad, Floyd DeBeers (F. Murray Abraham), donde Catherine encuentra amistad y también una explicación para los fenómenos que la rodean.
Una conjunción de situaciones y personajes que van apareciendo con el transcurrir del relato de La apariencia de las cosas, revelando secretos y verdades en torno a una trama que conserva la singular mezcla de la novela original, con el suspenso enlazandose con el drama y el terror.
Aunque difiere en detalles, como el que la historia del matrimonio que habitaba antes la granja, y que es muy importante en las páginas del libro, quede en pantalla algo relegado, o que la conclusión por la que optaron sus realizadores sea menos explícita que la original.
Dos cambios que no alteran el espíritu de su narración y tampoco restan el interés que la cinta logra en el espectador, que tiene uno de sus puntos fuertes en la forma en que sus personajes protagónicos van mostrando su verdadera cara al pasar los minutos del metraje.
Además, La apariencia de las cosas confirma la eficacia de Springer Berman y Pulcini como realizadores acostumbrados a trasladar novelas al cine, y también permite al público reencontrarse con veteranos de la actuación como Karen Allen y F. Murray Abraham.