Tras haber realizado con éxito un multimillonario robo a la Casa de Moneda y Timbre de España, la pandilla de atracadores que viste overol rojo y máscara de Dalí está de regreso en Netflix con una tercera temporada llena de acción, suspenso y decisiones arriesgadas.
La primera impresión luego de ver los primeros episodios de la tercera entrega de La Casa de Papel es bastante positiva.
Su creador, Álex Pina, logró crear un nuevo arco para esta historia sin sacrificar la esencia de la serie, con giros argumentales creíbles y sin necesidad de repetir exactamente la misma fórmula. Aunque claro, los ingredientes son los mismos y el resultado bastante similar, es decir, una historia entretenida, que avanza rápido y que engancha desde el primer episodio.
También se nota la inyección de recursos que le dio Netflix. Las escenas de acción –que ahora son más y están mejor trabajadas– y las increíbles locaciones en las que suele aparecer Berlín (Pedro Alonso) son un buen ejemplo de esto.
De qué se trata la tercera temporada
Luego de la lamentable muerte de Berlín al interior de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España, el grupo de atracadores liderado por El Profesor (Álvaro Morte) logró escapar con éxito tras realizar uno de los robos más millonarios realizados en la historia.
Varios meses han pasado desde aquello y los protagonistas de esta historia se encuentran en distintos puntos del globo, donde disfrutan de su fortuna y no corren riesgos aparentes de ser capturados por la policía. Pero un par de malas decisiones llevan a Tokio (Úrsula Corberó) a abandonar a Río (Miguel Herrán) en una paradisíaca isla del Caribe donde, finalmente, este es capturado y posteriormente llevado a un centro de tortura.
Desesperada por la noticia, Tokio acude al Profesor, que decide reunir nuevamente a la banda para rescatar a su compañero, quien ha desaparecido completamente de su rastro. El plan –que no nace en la mente de El Profesor, sino en la de Berlín– que esta vez contempla hacerse con toda la reserva de oro de España, será muy arriesgado y desde el primer minuto le traerá graves complicaciones.
Ese es el punto de inicio de esta nueva aventura, que llega más cargada de acción que las dos partes anteriores. Una historia que parte con energía y elegancia, pero que con el paso de los episodios poco a poco va cayendo en lugares comunes que vuelven la historia algo repetitiva. Eso si, hay matices, pues los nuevos personajes logran darle mayor dinamismo y aires refrescantes a una serie que bien podría no haber tenido una tercera parte, dado el buen cierre de su primer ciclo.
Nuevos personajes
Además de las caras conocidas, como Nairobi, Helsinki, Denver, Estocolmo y la inspectora Raquel Murillo (Itziar Ituño), que ahora adoptó el nombre de Libsoa, hay personajes que llegan a reemplazar a los integrantes que no lograron sobrevivir al anterior atraco.
Uno de ellos es Palermo (Rodrigo de la Serna), un antiguo amigo de El Profesor y Berlín, que será una pieza clave para este nuevo plan, pues gran parte lo ha ideado él junto a su fallecido amigo. Además, su carisma y excentricidad en la pantalla lo convierte rápidamente en un personaje entrañable para la audiencia.
Otro de los nuevos atracadores es Bogotá (Hovik Keuchkerian), que llega a reemplazar en roles al fallecido Moscú, pues su labor es la del técnico experto que les permitirá realizar con éxito el robo del oro. Lo que debe hacer es soldar en tiempo récord una especie de ventanilla en la cámara blindada donde se guarda el oro, que de otra forma se inundaría por completo.
Por el lado de la policía está la inspectora Alicia Sierra (Najwa Nimri), quien en los primeros capítulos tortura a Río dentro de una prisión escondida bajo tierra en algún lugar del mundo, y que luego perseguirá como un sabueso y sin que nada más importe al cabecilla de la banda, El Profesor.
Así se configuran a grandes rasgos los bandos en esta nueva entrega de La Casa de Papel que, a pesar de que no necesitaba una tercera parte, logra construir una historia satisfactoria, con un argumento que se va desarrollando con buen ritmo, y en la que se nota positivamente –a diferencia de muchas otras producciones– el empujón de recursos de Netflix.
Ojo que los ocho episodios (de 45 minutos aprox. de duración cada uno) se pasan volando e invitan a continuar con una historia que parece tendrá su cierre definitivo con una cuarta entrega (aún sin fecha de estreno).