Probablemente, La chica que amaba a los caballos es una de las producciones más surrealistas que puedes encontrar en Netflix.
Acaba de llegar al catálogo de la mano del director Jeff Baena, con una propuesta y una banda sonora que recuerdan al cine de David Lynch, guardando las proporciones eso sí.
Su historia gira en un espiral de locura. Es la de una mujer llamada Sarah (Alison Brie), una amante de los caballos, las series de televisión fantásticas y las manualidades.
Sarah empieza a tener extraños sueños, que la llevan a transitar entre la realidad y un mundo onírico, al borde la locura.
Una historia extraña, aunque no complicada, que te atrapa en un mundo entre la ficción y los sueños.
Una película casi de ensueño
Alison Brie es una actriz que ya ha demostrado su talento, tanto en Comunity, Mad Men y Glow, papeles con los que conquistó al públicó
Aunque en La chica que amaba a los caballos su interpretación queda en un limbo, al igual que en la película.
A ratos se luce y en otros se siente sobreactuada, provocando algunas escenas incómodas de ver y que te dejan pensando que podrían haber sido mejores.
Aunque quizás el problema podría estaré en el director, que pareciera buscar acercarse al cine de David Lynch, pero se queda a medio camino, no logrando sacar todo su potencial.
Eso se nota, sobre todo, en la mitad de la película, donde disminuye el interés que sí tiene al comienzo y al final.
Pese a todo eso, esta cinta es muy disfrutable. Incluso, dan ganas de conocer más del cine de este director estadounidense.
Su trabajo en esta surreal historia, entre sueños y la duda de qué es lo que afecta a la protagonista, te mantiene atento en los 60 minutos que dura.
La chica que amaba a los caballos es una película más que recomendable para ver este o cualquier fin de semana.