Espías y asesinos. Personajes que generalmente son parte de una trama de espionaje, pero que también están muy presentes en La era samurái: la batalla por Japón, la serie que mezcla drama y documental para revivir un pasaje clave de la historia japonesa.
El que se desarrolló en el siglo XVI y que llega a Netflix convertido en un espacio de seis capítulos, reviviendo el periodo en que los señores feudales luchaban por el control del territorio, conocido como Sengoku, que estuvo marcado por la anarquía.
Pero también por los nombres de líderes que buscaron acabar con ella, comenzado por el de Oda Nobunaga, el protagonista de varias emisiones que muestran cómo este daimyō, o señor feudal, llegó a detentar el poder por medio de la violencia y la estrategia.
Relato que se fraguó luego de que el gobierno central perdiera control y la nación cayera en una guerra civil. Cuando en la provincia de Owari, el clan Oda sufrió la muerte de su líder, Oda Nobuhide, como lo explica el historiador y autor británico, Stephen Turnbull.
El primero de un largo número de expertos que a través de sus palabras van conformando la historia del malhumorado Nobunaga, como lo describen, quien tras la muerte de su padre no dudó en asesinar a su propio hermano para tener el control de su clan.
Alianzas y tácticas militares
A lo que seguirían varios enfrentamientos para lograr el poder total con que él soñaba. En el inicio con su primo Nobukata por el control de Owari, pero luego con otros poderosos caudillos. Entre ellos Imagawa Yoshimoto, quien buscaba tomar la ciudad capital, Kioto.
Sin embargo, el uso de campesinos como fuerza militar y de informantes en distintos lugares del territorio, además de adquirir armas occidentales, le dieron las herramientas a Nobunaga para que se transformara en el militar más innovador de su época.
Posición a la que llegó con la ayuda de otras dos figuras: los expertos guerreros Toyotomi Hideyoshi y Tukugawa Ieyasu, último de los cuales es el propulsor de la batalla de Nagashino, momento clave de las tácticas militares donde se enfrentaron al clan Takeda.
Pero Nobunaga encaró muchos otros conflictos. Entre ellos el miedo a ser traicionado, el descontento que surgió entre sus propios hombres al atacar a los budistas y al pueblo Iga, una verdadera guerrilla que por 150 años no había dejado que nadie entrara a su territorio.
Los protagonistas de una sucesión de batallas, de las que Nobunaga se alzó como vencedor, pero también como un juez sanguinario que, en palabras de los historiadores, “creía ser un Dios”. Hasta que apareció la figura de Akechi Mitsuhide y su muerte.
Un sanguinario juego por el poder
Luego en La era samurái vendrá el ascenso meteórico de Toyotomi Hideyoshi, que de ser un campesino llegó a convertirse en un caudillo, y su conflicto con los hijos de Nobunaga; además del surgimiento de Date Masamune, también conocido como El Dragón de un Solo Ojo de Ōshu.
Una compleja trama que mezcla a hombres poderosos con el espionaje, los asesinatos y las tácticas militares, a través de la cual se fue reunificando Japón. Y que en La era samurái revive combinando la narración de los historiadores con la recreación dramática.
Una especie de Juego de tronos, guardando las proporciones, en territorio japonés que, como aseguraron sus realizadores al iniciar su producción en 2019, tiene como primera fuente la historia, pero también se inspira el arte nipón y las novelas gráficas.
Una serie bastante sanguinaria y violenta, pero de buena factura, gracias a su fotografía y recreación de época -donde destacan armas y armaduras-, que permite conocer una etapa clave de la historia de Japón, desconocida para la mayor parte de los occidentales.
Lo que convierte a La era samurái: la batalla por Japón en la vitrina a un pasaje de su cultura milenaria, con sus conflictos y triunfos, enfocada en los seguidores de la historia militar. Que además complementa el abultado catálogo de documentales de Netflix.