Fue en diciembre de 1939, con solo 53 años de edad, que Gertrude “Ma” Rainey se despidió de la vida, dejando tras ella un centenar de grabaciones que la convirtieron en una pionera de la música afroamericana y le otorgaron el calificativo de la Madre del Blues.
El mismo nombre con que llega a Latinoamérica la película de Netflix que revive su figura, teniendo como base de su relato la obra de teatro Ma Rainey’s black bottom, escrita en los 80 por el dramaturgo August Wilson y bautizada como una de las canciones de la artista.
Una pieza que dramatiza un pasaje de la existencia de Rainey y sirve como crónica de las vivencias de los afromericanos en la segunda década del siglo XX; y cuyo relato se inicia en un sector rural de Barnesville, Georgia, donde la cantante se presenta en un atestada carpa.
Un show junto a sus bailarinas y banda que deja en claro la popularidad que ella gozaba en el sur de EE.UU. Pero después los negocios la llevan al norte del país, el que por esos años supuestamente ofrecía un mejor trato, con menos segregación, a la comunidad negra.
Es así como el relato se instala en 1927, en el sector del centro de Chicago donde se encuentra el estudio de grabación de Sturdyvant (Jonny Coyne), quien espera junto al representante de Rainey, Irvin (Jeremy Shamos), que la artista llegue a grabar un disco.
Una compleja grabación
Sin embargo, los primeros en arribar, y ser mirados con recelo por los transeúntes blancos de este sector de Chicago, son los veteranos integrantes de la banda de la cantante: Cutler (Colman Domingo), Toledo (Glynn Turman) y Slow Drag (Michael Potts).
Los que son recibidos por Irvin y llevados a una pequeña sala en el subterráneo del estudio, para que ensayen a la espera de Ma. La cual en ese momento deja su hotel en compañía de su pareja Dussie Mae (Taylour Paige) y su sobrino Sylvester (Dusan Brown).
En el intertanto se ha unido al grupo de músicos Levee (Chadwick Boseman), un joven y ambicioso trompetista que compone y sueña con tener su propia banda. Y quien antes ya había convencido a Sturdyvant de grabar los temas de Ma con los arreglos que él hizo.
Pero lo que comienza como una simple sesión de grabación poco a poco va escalando en dramatismo y conflicto. Por los roces que provoca la actitud de superioridad de Levee ante sus colegas, y también la presión que siente la cantante por parte de Irvin y Sturdyvant.
Eso la lleva a estar siempre a la defensiva y luchar por cada detalle de la grabación, como cuando impone que su sobrino grabe la frase de introducción a su canción Ma Rainey’s black bottom -literalmente el trasero negro de Ma Rainey-, a pesar de su tartamudeo.
Relato sobre talento y segregación
Una historia simple en apariencia, pero compleja en su fondo, que se atreve a mostrar cómo sus protagonistas enfrentan, con resignación o resentimiento, la segregación del Estados Unidos de comienzos del siglo XX. La que claramente no ha desaparecido hasta hoy.
Ma siempre está a la defensiva para que los intereses de los blancos no coarten su talento como cantante; uno de sus músicos no puede comprar una simple Coca Cola en una tienda local, y Levee arrastra un trauma relacionado con la discriminación desde que era un niño.
De cuando él tenía ocho años de edad y fue testigo de cómo un grupo de blancos atacó a su madre. Un recuerdo que lo sigue acompañando y afecta su relación con los caucásicos, la religión e incluso sus colegas, llegando a despertar su lado más violento.
Dos personajes que enfrentan conflictos e injusticias de diferentes maneras, y son el eje de la ágil trama de La Madre del Blues. Cinta que claramente tiene sus raíces en el teatro, pero adquiere su propia personalidad fílmica gracias al guión de Ruben Santiago-Hudson.
Donde además es clave la cohesión de su elenco y, en especial, el trabajo de sus protagonistas: Viola Davis como la enérgica Ma Rainey y el desaparecido Chadwick Boseman desplegando todo su talento al interpretar al complejo Levee.