Al convertir en películas Expiación y Orgullo y prejuicio, Joe Wright demostró su talento para llevar libros a la pantalla. Pero con La mujer en la ventana el desafío era mayor, ya que al transformar esta novela en filme, el director inglés incursionaba por primera vez en el thriller.
Un debut en este género que se tomó su tiempo. Esto porque la cinta fue producida por 20th Century Fox y tras la adquisición de este estudio por parte de Disney, surgieron problemas en torno a si su estreno se concretaría en 2020 como estaba planeado.
A lo que se sumaron escenas que volvieron a filmarse y que su tipo de relato no tendría cabida en una plataforma familiar como Disney+. Pero surgió el nombre de Netflix y finalmente se puede conocer la versión de Wright para la novela de A.J. Finn.
Un largometraje que en sus primeros minutos recuerda a un clásico de Alfred Hitchcock: La ventana indiscreta, con su protagonista, la psicóloga infantil Anna Fox (Amy Adams), espiando a los vecinos desde los ventanales de su casa en un barrio de Manhattan.
Sin embargo, con el correr del metraje de La mujer en la ventana, Anna se va distanciando cada vez más del fotógrafo encarnado por James Stewart en 1954. Ella permanece dentro de su hogar no por una pierna quebrada que pronto sanará, si no porque sufre de agorafobia.
Un trastorno que, a pesar del tratamiento de su psiquiatra, el Dr. Landy (Tracy Letts), le impide dar un paso fuera de casa. Así, su relación con el exterior se limita a las llamadas telefónicas a su ex esposo Ed (Anthony Mackie) y la hija de ambos, Olivia (Mariah Bozeman).
Los nuevos vecinos que lo cambian todo
Ante esto, su rutina diaria se divide entre el teléfono, cuidar a su gato y las esporádicas conversaciones con el joven que arrienda su sótano, además de su costumbre de “espiar” a sus vecinos. Hábito que cambia un poco con la llegada de nuevos habitantes a su barrio.
Ellos son los Russell, familia de Boston que se mudó enfrente y que inmediatamente llama la atención de Anna. Más luego de que conoce a su hijo adolescente, el tímido Ethan (Fred Hechinger), y después a la madre de este, la locuaz Jane (Julianne Moore).
Todo comienza a tornarse inquietante tras recibir la inesperada visita de Alistair Russell (Gary Oldman), quien desea saber si su mujer estuvo con ella. Pero lo peor está por llegar: el apuñalamiento de Jane en su propia casa, del que Anna es testigo desde su ventana.
Esto pone a la psicóloga, como también al público, en medio de una espiral de sucesos que parecen ser y no lo son -¿o tal vez sí?-, y la dramática revelación de cómo se gatilló su agorafobia. Ante la mirada de los Russell y los policías que llegaron a investigar el caso.
Una seguidilla de descubrimientos y también nuevos cuestionamientos, quizás atribuibles a la mala costumbre de Anna de mezclar alcohol y medicamentos. Los que en algún momento ponen al relato al filo de la confusión, pero finalmente logran enganchar al espectador.
Lo que convierte a La mujer en la ventana en el correcto, pero no perfecto debut del británico Wright en el suspenso, con la ayuda de un grupo de actores de primera línea, liderado por Amy Adams como la traumatizada y aislada, mental y físicamente, Anna.