La niña de la foto: la escalofriante historia que revela el nuevo documental true crime de Netflix
El largometraje reconstruye una asombrosa historia real, la de una joven cuya muerte dio paso a una serie de revelaciones, que incluyen falsas identidades, asesinatos, secuestros y abusos.
El documental La niña de la foto parte como varios otros largometrajes del subgénero true crime que también se han estrenado a través de Netflix.
Eso, porque comienza con el cuerpo sin vida de una joven mujer, que un grupo de hombres encontró tirado junto a una carretera en Oklahoma City, una noche de abril de 1990.
Pronto se sabe que su nombre es Tonya Hughes, la bailarina de un club nocturno de la ciudad, de 20 años, que vivía con su esposo, Clarence Hughes, y su pequeño hijo de dos años, Michael.
Sin embargo, cuando tras su muerte su nombre apareció en la TV, una antigua compañera de la secundaria en Georgia aseguró que el nombre real de Tonya era Sharon Marshall y que el hombre que supuestamente era su marido era en realidad su padre.
Desde ahí La niña de la foto, que se acaba de estrenar en Netflix, comienza a presentar una serie de revelaciones, cada una más asombrosa, convirtiendo al largometraje en una especie de caja de pandora llena de sorpresas y giros inesperados.
Entre ellas que su padre, Franklin Floyd, ocupó a lo largo de su vida una serie de nombres falsos, entre los que el de Clarence era uno más.
Además, el hombre tenía un largo historial de delitos, como secuestros y abusos de menores, y Sharon era una de sus víctimas, y su paradero se desconoció por decádas.
Un atrapante puzzle policial
Antes de La niña de la foto, su directora, Skye Borgman, se había hecho un nombre en el género de documentales true crime con títulos como Abducted in plan sight, también estrenado en Netflix, y una de la historias del regreso de la serie Misterios sin resolver.
Con su nueva apuesta como realizadora vuelve a reconstuir una escabrosa historia, el trágico destino de Sharon, a través de los testimonios de personas que la conocieron de cerca -o no tanto- como amigos y desnudistas que trabajaron con ella, además del agente del FBI que investigó su caso, Joe Fitzpatrick.
Lo hace también con constantes viajes al pasado, que permiten reconstruir su vida y a la vez encajar las piezas de este puzzle policial, que poco a poco atrapa al espectador y no lo suelta hasta su final.
Al mismo tiempo que va revelando el oscuro historial de Franklin Floyd, un abusador y psicópata que, como asegura uno de los entrevistados, “tiene una mirada fría, como la de Charles Manson”.
Uno de los protagonistas de este escalofriante documental, que si bien termina de dar respuesta a varios de los misterios que expone, todavía deja algunas cabos sin atar.
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