Si bien no son tan reconocidas en este lado del mundo, las super producciones indias son de excelente factura e intrigantes guiones. Nada que envidiar a su competencia estadounidense. La nueva producción de Netflix, Leila, lo comprueba.
Basada en el libro homónimo de Prayaag Akbar, el universo de Leila ocurre en un futuro distópico. Bajo un contexto de fuerte represión, la pureza es la única forma de vida posible. En Aryavarta no hay espacio para el libre albedrío y quien se oponga tendrá que morir.
Con un potente relato de determinación, la historia cuenta la odisea de Shalini (Huma Qureshi) en busca de su hija Leila.
En una cultura en que las castas son instituciones firmemente establecidas, casarse con un hombre musulmán fue el inicio de la tragedia de Shalini, una que se acentúa cuando nace Leila, considerada “mestiza” por este régimen totalitario y separada de su progenitora a los tres años.
Privada de libertad a la fuerza, Shalini llega a un “campo de pureza”, lugar en que debe aceptar fielmente las decisiones del temido “Consejo”. Tras 16 años de angustia bajo esa constante opresión, esta madre india decide rebelarse y buscar a Leila.
Ficción, pero no tanto
Si bien es un mundo ficticio el que aquí se muestra, similitudes con la contemporaneidad se observan en esta trama. El fanatismo religioso y la intolerancia con el modo de vivir de otros son centrales en esta narrativa, así como en algunas sociedades actuales.
Erguir estatuas e imponer figuras de líderes a través del miedo, entre otros aspectos, hace recordar varios casos del mundo real donde existen los discursos supremacistas. Una buena oportunidad para reflexionar sobre grupos extremistas que lo único que buscan es segregar.
Las actuaciones y las locaciones sacan aplausos en Leila. Una minuciosa producción que se preocupó de todos los detalles para dar verosimilitud a la ficción.
¿Logrará Shalini reencontrarse con su hija? La respuesta es … mejor ver la serie.