La fascinante vida personal y profesional de la dos veces ganadora del Nobel, Marie Curie, ha sido llevada al cine en cuatro ocasiones, desde que Greer Garson la encarnó en 1943 hasta hoy, cuando Rosamund Pike se transforma en ella en Madame Curie.
Un largometraje que hoy llega a Netflix con un poco convencional relato, que para revivir la vida de la física y química polaca toma como base el libro Radioactive: Marie and Pierre Curie, a tale of love and fallout, una biografía ilustrada hecha por Lauren Redniss.
La que mezcla textos, dibujos, fotografías de época y collages para exponer en sus páginas tanto la figura de Marie, cuyo verdadero nombre era Maria Salomea Skłodowska, como la de su marido y compañero de aventura científica, el francés Pierre Curie.
Un libro que además explora las consecuencias positivas y negativas de sus descubrimientos, y que revive en la pantalla bajo la dirección de la iraní Marjane Satrapi, la dibujante y realizadora detrás del cómic Persépolis y la película que luego éste inspiró
Ella es la encargada de elaborar un relato audiovisual que se inicia en el París de 1934, cuando una sexagenaria Marie Curie (Pike) se desvanece en sus laboratorios y la enváin de urgencia al hospital. Al mismo tiempo que la trama se dirige varios años al pasado.
El inicio de una exitosa sociedad
Hacia 1893, cuando una veinteañera Maria Skłodowska, o Marie, como se hace llamar en Francia, choca en la calle con un desconocido que se presenta como Pierre Curie (Sam Riley), quien, en un futuro cercano, le ofrece la solución a un problema.
Esto porque luego que ella pierde el sitio que compartía en un laboratorio con el Profesor Lippmann (Simon Russell Beale), una figura de la Facultad de Ciencias de la Universidad de París, Curie le ofrece trabajar en el lugar que él ocupa con su equipo de investigación.
Y aunque Marie al inicio es renuente a la oferta, pronto se encuentra analizando el uranio y su radiación cerca de Curie. No pasa mucho para que compartan la exploración de dicho elemento y la sociedad laboral se transforme en amor y decidan contraer matrimonio.
Es así como Marie Curie comienza, junto a su esposo, la labor que dejaría su nombre ligado por siempre a grandes descubrimientos, como lo son los elementos que ellos batizaron como polonio y radio, y la radioactividad. Además de traer dos niñas al mundo.
Pero Madame Curie, como el libro en que se basa, también yuxtapone el pasado de los científicos con las consecuencias de sus hallazgos a futuro. Con la bomba atómica en Japón y el desastre de Chernobyl, y también con el uso de la radioterapia contra el cáncer.
Un relato que sorprende
En una inusual mezcla que puede sorprender al espectador que esperaba una clásica cinta biográfica y se encuentra con escenas como cuando la protagonista está en una calle parisina y a su lado pasa un camión de bomberos que va a la central nuclear de Chernobyl.
Sin embargo, en Madame Curie sí están presentes pasajes de la vida de Marie que ayudan a dimensionar su personalidad. Como cuando decide encarar a sus pares en un entorno científico dominado por los hombres o soporta con paciencia el rechazo que genera entre los parisinos.
Un repudio que nace de su relación con Paul Langevin (Aneurin Barnard), un colega casado que trabajaba junto a su marido y al que se acerca románticamente después de que su esposo muere en un trágico accidente, y por la que recibe duras y racistas palabras.
Lo que hace de Madame Curie una realización interesante, aunque un poco confusa, que logra sus mejores momentos en la interpretación que de Marie hace la actriz británica Rosamund Pike, a quien hace poco se le vio en un rol opuesto en Descuida, yo te cuido.
A lo que se suma la fugaz, pero siempre eficaz presencia de su joven colega Anya Taylor-Joy (Gambito de dama, La bruja) como Irène Curie, la hija mayor de la pareja de científicos que se roba gran parte de la última parte del largometraje.